16 de febrero de 2013

De la cola, del tabaco y de la democracia

Cola para comprar tabaco en Barcelona. Mundo gráfico, Enero de 1920
En los primeros meses del año 1920, se produjo en España una enorme escasez de tabaco, que dió lugar al correspondiente racionamiento y a que se produjesen enormes colas en los estancos expendedores de este producto. En la mayor parte de los casos, la cosa se traducía inevitablemente en incidentes. También en nuestra provincia.

El 27 de Enero de 1920 publicaba El Adelanto una pequeña reflexión sobre este tema. La fotografía corresponde a "colas" del tabaco en Barcelona en dicho año.,


De la cola, del tabaco y de la democracia.

El régimen democrático trae estas escenas divertidas y es un gran campo de observación para el estudio de la psicología de las gentes.
Hay una cosa que va pasando a espectáculo cotidiano en fuerza de esa influencia democratizadora: la cola, el hombre, anillo humano remetido en una de esas filas reptantes, movibles que nos encajan cuando vamos en busca de una satisfacción, ha pasado a la categoría de un número sin fisonomía, sin personalidad.
Véase el hecho de que la necesidad más general y por ser un vicio, la más aguda, junta a los hombres en una protesta y los alinea a las puertas de los estancos, en los auunciados y deseados días de saca.
Ayer lo fue: las puertas de la Tabacalera manaban cajones que encerraban la aromática planta exótica; de Valencia habían llegado 75 cajones de picado común de 0,25 para provisión de la capital y sus 67 pueblos, además de las subalternas, que directamente se surten de aquí, de Aldea del Obispo, Fuenteliante, Ledesma y Tamames: la noticia corrió como la pólvora.
La gente llena las calles en tumultuosa fiebre, se arremolina a las puertas de los estancos, se encoge y hace mil giros caprichosos en torno a los portales dé la Plaza donde se confunden y se entrecruzan las tres colas de los estancos; en la calle de Toro, en la parte de arriba, la cola llega hasta el caño, da la vuelta y torna hacia abajo; en la de Zamora se apretuja furiosa y hay su abundante rotura de cristales.
¡Tranquilizaos, fumadores! Normalizada la elaboración, todas las fábricas comienzan a regularizar su trabajo y pronto retornará a sus cauces la grey inquieta, que al fin fumará.
¡Y con lo bien que estaba resultando esta virtud forzosa imponiéndonos la más eficaz de las austeridades! No habrá trigo, ni patatas, ni huevos, ¿pero sin tabaco? ¿Habráse visto país más desgobernado, más imprevisor que España, donde ya no se podía ni fumar?
En fin, se ha quitado a los acuarelistas callejeros un espectáculo divertido; la cola donde se igualaban la destrozona que no tiene para camisa, el mocoso que no sabe tragar el humo, el señorito mediocre que tiene que chupar de lo malo, la menestrala que pide para su novio y el señor formal que protestará luego en la mesa del café de la elevación del coste de la vida. Frutos de la democracia.