5 de abril de 2012

Depresiones

Ya hemos indicado en otras ocasiones lo durísimos que fueron los primeros años del siglo XX. Hasta el punto de que mucha gente optó por "quitarse de enmedio". Entonces la palabra depresión probablemente no se conocía como enfermedad, pero haberlas,.....¡Las había!



El vecino de Robleda Victoriano Roldán Martín, trató de envenenar a sus hijos, echando en unas sopas cabezas de fósforos de cartón, causándose él después una herida transversal en el tercio superior interno de la pierna izquierda. Se instruye sumario.


La Iberia, 14 de septiembre de 1912

Unos meses antes el periódico El Adelanto nos daba cuenta de un suicidio en Zorita en estos términos.


Según nos comunican desde Zorita, ha ocurrido en aquel pueblo un trágico suceso que ha producido honda impresión. Victoriano Mateos Saez, de cincuenta y cuatro, años, hace tiempo que vivía triste, apartado del trato de sus convecinos. Hace algún tiempo era alegre y decidor. Mas de pronto se notó una transformación en su carácter, volviéndose sombrío y taciturno. Las causas que motivaron este cambio radical, permanecen por todos ignoradas. Anteayer, según nos notifican, se escucharon dos tiros de revólver. A poco, gritos de angustia y socorro partían de la casa número 1, de la calle de Angosten, donde habita el Victoriano. Los guardias Juan Martín Rodríguez y Luis Varas Fernández, ya recelosos por los disparos, acudieron a la casa donde sonaron los gritos. Penetraron en ella, y en una habitación se encontraron con el cadáver de Victoriano Mateos Sáez, rodeado de su familia, que era presa de la más profunda consternación. Avisado el Juzgado, procedió inmediatamente al registro. Fue hallada una carta, en la que el suicida explica las causas que le indujeron a tomar tan fatal determinación. Dice en ella que a nadie se culpe de su muerte, pues cansado de la vida, quitábasela por libre resolución, sin que en ello intervenga otra fuerza que su voluntad. El Juzgado procedió al levantamiento del cadáver.
El Adelanto, 23 de marzo de 1912


También entonces se producían envenenamientos por accidente al ingerir un líquido peligroso pensando que era otra cosa.


El día 8 del corriente, por equivocación, al pretender tomar un vaso de agua de Carabaña lo tomó de ácido acético Joaquina Calderero Arroyo, vecina de Alameda, muriendo a consecuencia de ello. Se instruye el correspondiente sumario.
La Iberia, 14 de septiembre de 1912