7 de diciembre de 2011

Fiesta de la Inmaculada en 1911

Traemos hoy a este blog una crónica de como se celebró hace cien años la Fiesta de la Inmaculada en Villavieja. Una vez más, la crónica la firma D.G. que con toda probabilidad no es otro que nuestro querido y admirado médico villaviejense don Dionisio García Alonso. En esta ocasión, la reseña de los festejos la publicó "El Salmantino" el 16 de Diciembre de 1911.

Desde Villavieja
La fiesta de la Inmaculada y primera comunión de los niños.


La asociación de Hijas de María, compuesta, como es natural, de jóvenes piadosas, instruidas algún tanto y celosas del bien de sus compañeras y del pueblo todo, pensó celebrar este año la fiesta de la Inmaculada con mayor pompa que otros, haciendo venir un predicador que organizase la novena y diese con su ayuda y la del clero de aquí, a la fiesta principal, el mayor esplendor posible.
Mas tocaban con la dificultad de la falta de fondos, agotados casi en los años últimos con la adquicisión de imagen, erección de altar y compra de cera y adornos. ¿A quién acudir, pues? No dudaron. La orden religiosa que vive de la limosna y que sólo con ella y el auxilio de Dios cuenta para su sostenimiento, no había de desdeñar la pequeña ó nula que pudiera hacérsele, y habia de mandar uno de sus miembros a complacerla.
Y estas jóvenes consultaron al párroco y escribió éste a San Martin de Trebejo, y de ahí que, pisando el barro y el agua y sufriendo, con la cabeza y pies desnudos, las fuertes inclemencias atmosféricas que hemos tenido, hayamos visto aqui al padre referido desde el 28 en la noche hasta el 10, levantándose a las tres ó las cuatro, para dar comienzo a las confesiones, celebrando la misa a las seis, confesando otra vez hasta las ocho, predicando a esa hora, conferenciando a las diez con las jóvenes, ensayando discursos y cantos a las once y la una, hablando a las tres a los terciarios, predicando de nuevo a las siete y antes y después rezando el Rosario, cantando y confesando.
Así empleó aqui el padre Buenaventura todo su tiempo, y así se hizo admirar hasta por los descreídos ó indiferentes, que nunca faltan.
Es posible, oí yo decir en medio de un grupo de éstos, al verle pasar, mojado el hábito de sayal y empujado entre las piernas por la fuerte ventisca del domingo, recibiendo en ellas y en los pies las gotas semiheladas, es posible que este hombre se imponga tamaños sacrificios sin esperar en alguna parte su recompensa?
Y es que habituados como estamos a trabajar tan solo por la gloria mundana o el dinero, no acertamos a comprender la existencia de hombres que, renunciando a eso, se sacrifiquen por el bien del prójimo y por aspirar a conquistar el cielo. El cielo, si, de cuya existencia no puede dudarse, porque con nada menos podrían recompensarse actos como éstos.
La parte doctrinal correspondió, como era natural, a la externa. Con lenguaje sencillo y símiles adecuados, fue combatiendo uno por uno los vicios y defectos dominantes, y por eso el orgullo, la soberbia, la murmuración, la envidia y la venganza salieron mal paradas de la boca del padre, y enaltecidas, en cambio, hasta lo sumo, las virtudes contrarias. Nada nuevo, es verdad, porque en punto a moral cristiana no caben inventos; pero que expuesto por un hombre de mérito y corroborado por su ejemplo, cabe que nos haga mas impresión y lo tengamos en cuenta para nuestro ulterior mejoramiento.
Y no entro ya en la descripción de las fiestas, porque va resultando largo esto. Baste decir que hubo luces y flores a granel, y macetas y candelabros, cánticos variados, acompañamientos y solos de violín, por el estudiante señor Blanco, banderas y gallardetes, conducidas por niños, discursos infantiles y dialogos, ofertorio de flores, profusión de vestidos, coronas y velos blancos, reparto de dulces, suscripción para adquirirlos, concurrencias enormes en todos los actos.
.