23 de febrero de 2011

Los Montaraces

En el diccionario de la lengua española, entre otras acepciones, se define la palabra montaraz con estos términos:
Mayordomo de campo, capataz que tiene a su cargo las labores y los ganados.
indicando además que este significado es propio de la provincia de Salamanca. Y es que efectivamente, el término montaraz, como nombre, alude a una especie de "guarda forestal" encargado de la vigilancia y custodia del monte, que en los grandes latifundios de la provincia salmantina se encargaba además de la administración de la finca. Era el representante del dueño ante los renteros labradores, los que araban y cultivaban la tierra, y los renteros ganaderos, que aprovechaban los pastos y la montanera. Se encargaba, por tanto, de vigilar el cumplimiento exacto del acuerdo existente entre arrendatarios y dueño, comunicando a éste las diversas vicisitudes e incidencias que se producían durante el periodo de arrendamiento de la finca, y cobrando además la renta pactada, que hacía llegar posteriormente a su señor. No eran los dueños de la finca, pero.... ¡como si lo fuesen!

El montaraz vivía en la propia finca y, además de la retribución en dinero convenida, solía tener derecho, entre otras cosas, a la denominada "escusa", por la que el propietario le concedía el privilegio de poseer un determinado número de cabezas de ganado en la dehesa, sin pagar renta. Y como era un cargo especialmente apetecido, los montaraces se lo transmitían de padres a hijos. En bastantes casos además, los familiares más allegados del montaraz se convertían también en renteros, así que...

Para ilustrar esta entrada de hoy he elegido un poema de un autor bastante desconocido para gran parte de los salmantinos. Se trata del sacerdote don Matías García Miguel (1873-1954), natural de San Felices de los Gallegos y que ejerció su ministerio pastoral en la zona del actual Arciprestazgo de Águeda, falleciendo en Fuenteguinaldo en 1954. Se le conocía con los apelativos de "el cura poeta" o el "azabeño" .


LOS MONTARACES

Por vallados y colinas
del una al otro horizonte,
Castilla es un vasto monte
de seculares encinas.

Y en estos montes feraces
donde engordan los cebones,
robustos y frescachones
habitan los montaraces.

Por las lucidas carnazas
que encima suelen tener,
también son dignas de ver
las frondosas montarazas.

Cuando en alguna función,
sobre algún caballo tordo,
aparece un hombre gordo
con gorrilla y con calzón;
cuando sobre una pollina
se presenta en un mercado,
con saya y pañuelo atado,
una gruesa campesina,
enseguida, por la trazas,
discurre el menos sagaz
que es el hombre montaraz
y la mujer montaraza...

Hoy no hay mejor canonjía
que poder guardar la dehesa
de una señora condesa
en una montaracía.

En estos pingües destinos
como en Castilla se usa,
los montaraces, de escusa,
tienen cabras y cochinos,
y encima de un altozano
habitan un caserón,
ejerciendo en la región
un dominio soberano.

¡Qué vida más campechana
y más llena de alegrías,
la de las montaracías
de la tierra castellana!

Como son gente rumbosa,
al que los va a visitar
un cuerno le suelen dar
de leche pura y sabrosa.
Y no faltan ocasiones,
yo con gusto lo confieso,
en que principian un queso
o parten unos morcones.

Van, como buenos cristianos,
en las fiestas principales,
a las misas parroquiales
de los pueblos más cercanos.

Como no les duelen prendas
y no carecen de mosca,
a comprar la mejor rosca
acuden a las ofrendas.

En las visitas reales
organizan eescuadrones
de montaraces rumbones,
con los trajes regionales.
Pues toda montaracía,
en Castilla, la riqueza
custodia de la nobleza
que sirve a la monarquía.

Cuando la edad avanzada
les impide ya guardar,
van a su pueblo a gozar
de vida más sosegada
Y en el viejo caserón
dejan colocado un hijo,
que sigue siendo, de fijo,
el gallo de la region...

Hoy no hay mejor canonjía
que poder guardar la dehesa
de una señora condesa
en una montaracía...

Matías García Miguel
"El País Charro, poesías regionales" (1928)