3 de febrero de 2011

La Romería de San Blas

   En la caridad, señores
   hay un puente de madera
   ¡Ay, Manuela!, ¡Ay, Manuela!
  ......
            Canción popular mirobrigense


3 de Febrero. San Blas. En nuestra comarca, el pueblo de Retortillo celebra por estas fechas sus "segundas fiestas" conocidas también como las de los Quintos con una serie de actos festivos a lo largo de los días 2, 3 y 4. También en Villavieja se celebraba antiguamente la festividad de este santo, con la bendición de las gargantillas. De hecho, la imagen de San Blas, cuyo detalle podéis ver en la fotografía superior, está colocada en un lateral de la capilla Mayor. Pero, si en algún sitio destaca esta festividad es en Ciudad Rodrigo. Para los mirobrigenses es el día de la Romería al Monasterio de La Caridad, situado aguas arriba del río Águeda a poco más de tres kilómetros de la ciudad. El Monasterio perteneció a la orden de los premostratenses, fundada por San Norberto en 1120, que se establecieron en Ciudad Rodrigo en tiempos del rey Fernando II de León. En el edificio se estableció el Cuartel General del Ejército francés al mando del mariscal André Massena durante el sitio de Ciudad Rodrigo en 1810.

Para Ciudad Rodrigo los festejos comienzan la víspera con la tradicional hoguera de San Blas, para continuar el día 3 con los correspondientes actos religiosos en los que se bendicen las gargantillas -hace ya algún año se distribuyeron cerca de 19.000- que los mironrigenses llevarán alrededor de sus cuellos hasta el miércoles de ceniza. Comida, bebida, hornazo, charangas, bailes, .... En fin, ¡un anticipo de los Carnavales! Y ya se sabe, lo que ocurre en estas ocasiones Vean, como lo relataba en unos ripios o coplillas el semanario "La Iberia", publicado en Ciudad Rodrigo, en 1917

Romería de San Blas....

Un año a San Blas
fueron dos romeros
que, si no eran sastres,
eran zapateros.

Oyeron la misa
con gran devoción
 y del santo obispo
el bello sermón.

En un subterráneo,
donde en paz están
durmiendo los huesos
de María Adán.

De esta egregia dama
vieron la escultura
con un triple nudo
sobre la cintura.

Luego Visitaron
los claustros hermosos
y vieron las celdas
de los religiosos.

Tal vez lamentando
con gran sentimiento
la inminente ruina
de este monumento.

Vaya una merluza
que en tan fausto día
se pescaron ambos
en la romería.

Al cuerpo se echaron
asado un cabrito
y una bota llena
de mosto exquisito.

Del fértil viñedo,
que en la Caridad
plantó de los monjes
 la comunidad.

Empezóse un baile
medio pastoril,
no sé si de flauta
o de tamboril.

En el que alternaron
sin perder compás
todos los devotos
fieles de San Blas,

Y acabó la alegre
dulce sinfonía
en el verde prado
cuando espiró el día.

Volviendo a sus lares
 la gente tronera
evolucionando
por la carretera,

Y con su merluza
nuestros dos romeros,
que, si no eran sastres,
eran zapateros...

Yo no sé si reina hoy
tanta alegría
de San Blas bendito
en la romería.

Lo que sé que antaño,
de ello fui testigo
hubo alegres Blases
en Ciudad Rodrigo;...

M.G.
Y como alguno puede preguntarse quién era María Adán, y que era eso de los tres nudos atados a la cintura, tomaremos prestado de Don Dionisio de Nogales la explicación:

...., a consecuencia de un altercado sobre la provisión de ciertos oficios concejiles que los Garci-López exigían para sí, en virtud de la merced que acababa de hacerles el monarca, salieron a relucir los aceros y quedó muerto un rico-hombre llamado Sancho Pérez, señor de Cerralbo. Su viuda Doña María Adam, vistióse un hábito ceñido por una cuerda, jurando no quitárselo hasta quedar vengada de los matadores, para lo que hizo pregonar por todas partes que daría la mano de una hija que tenía al que los retara y venciera en campo abierto.

El poderío de los Garci-López hacia creer que no habría quien acometiera tal empresa, pero el portugués Pacheco que a la sazón estaba en la Guarda, presentóse inesperadamente pidiendo a los jueces campo para pelear. Levantado el palenque en el prado de San Francisco, venció uno tras otro a dos caballeros que aceptaron el reto y aunque los retados eran cinco, como espiró el plazo fijado sin que se presentaran los restantes, Pacheco fue declarado vencedor.

Dióle Doña María en matrimonio a su hija, como había prometido, más no considerándose libre del juramento hecho sino en parte, conservó hasta la muerte el sayal y tres vueltas de cuerda de las cinco con que se había rodeado la cintura.

Por cierto, de los tres Garci-López que escaparon, descendería el que andando el tiempo compraría el Señorio de Villavieja al rey Felipe II, no sin una fuerte oposición de Ciudad Rodrigo, azuzada por los Pacheco. Trescientos años más tarde,  ¡las enemistades continuaban!