9 de enero de 2010

Barquillerito, un toro de dos orejas, rabo y pata


¡Otra de toros villaviejenses! ¡Y también de Don Rogelio! ¡Y también en Barcelona! El festejo se celebró el jueves día 7 de Septiembre de 1950 en la Plaza Monumental de dicha ciudad. Se lidiaron cinco reses de don Rogelio Miguel del Corral, ya que el sexto de lidia ordinaria salió de los toriles y murió en el acto. El de rejones pertenecía a una ganadería andaluza, propiedad de don Bernardino Jiménez Indarte, sangre Villamarta y con divisa azul, blanca y encarnada.
No vamos a trascribir en esta ocasión toda la crónica de la corrida publicada en la edición del día 8 de Septiembre de 1950 en el periódico La Vanguardia de Barcelona. Nos vamos a limitar a aquello que nos ha parecido más interesante



Un gran éxito de Martorell

Se dan tantas corridas en Barcelona, que lógicamente han de verse en sus plazas cosas que no ocurren en otros ruedos. Así ocurrió ayer en la Monumental -donde se registró una gran entrada- con el toro que debió cerrar la función. Pertenecía, como los otros cinco lidiados, a la vacada salmantina de don Rogelio Miguel del Corral, sangre de lo que fué de Encinas y divisa negra, blanca y verde que antañonamente tremolaban las reses de Angoso. Era negro zaino, llamábase "Violetero" y estaba señalado nada más que con el número ¡13! Sonó el clarín, se abrió el portón y el bicho, sin duda descordado al clavársele instantes antes la divisa, salió tambaleándose y cayó agonizando entre el mentado portón y la puerta de la barrera. Declaro que es la primera vez que he presenciado accidente de tal naturaleza, y que jamás sospeché, en tantos años de presenciar corridas, que pudiera acontecer una peripecia de tal índole.

El encierro que llegó, procedente de Villavieja de. Yeltes, todo él tirando a manso, resultó asi: El bicho que rompió plaza estaba gordo, tenía feísima cabeza y fue mansurrón, no exento de poder, ya que derribó jinete y jaco, sufriendo solamente dos leves lancetazos. El segundo, de algo mayor tamaño, bien puesto de cuerna y asta fina, debió castigársele más de lo que supusieron una vara del reserva y un refilonazo del piquero de tanda. El tercero entró bien a los caballos, tenía poder, era gordo y de astas finísimas. El cuarto, con poder, viejancón y bien puesto de cuerna, arrancó fuerte en el primer tercio, y eso que estaba resentido de la pata izquierda, soportando cuatro puyazos. El quinto, cornícorto, alto de agujas, astifino y mansote, recibió un puyazo del reserva y dos de Muñiz, que fue ovacionado. Y, el sexto bis, o sea el sobrero, de la ganadería de don Ricardo Arellano, salió abanto, era un buey y fue condenado a banderillas negras, que casi no pudieron clavársele por lo huido y corretón que estuvo mientras le duró la vida.
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José María Martorell, natural de Córdoba, con alternativa en su bella tierra desde el 26 de mayo del año pasado en que "Parrita" le cedió el primer toro, de la vacada de don Juan Guardiola, logró ayer con el tercer bicho de la tarde, entrepelado, calceto, señalado con el número 21 y de nombre "Barquilleríto", un triunfo grande, que resonará mucho por lo completo que fue, éxito que venía rondando en Barcelona esta temporada desde que por primera vez pisó en ella el ruedo de la Monumental. Saludó al bicho con cinco verónicas muy buenas, y tras el tercio de banderillas el muchacho brindó al público para ligar, al compás de la música y los oles de la multitud, la siguiente faena: Dos pases de tanteo, cuatro derechazos magníficos y cuatro naturales prodigiosos, resbalando al rematar el último de éstos y cayendo al suelo, donde por haberse, como siempre, quedado solo en el ruedo, se halló a merced del toro, que lo arrolló, infiriéndole un fuerte golpe en la cara. Levantóse el cordobés sangrando por boca y narices, y tranquilamente empalmó su labor con dos naturales, cinco "orteguinas" imponentes, pues las ejecuta como nadie, y un ceñidísimo molinete. Quedó cuadrado "Barquillerito", y el diestro aprovechó el instante para, ejecutando el volapié a la perfección, fulminar al toro como con un rayo. Vibró la plaza en delirante entusiasmo, se le concedieron por la presidencia las dos orejas, el rabo y una pata de la res, y el concurso aclamó al gran torero, que dio dos vueltas al ruedo, salió a los medios en pos de cada una, y como la hemorragia que sufría el artista no cesaba, entró en la enfermería, de donde no tornó al ruedo. El éxito de Martorell, repito, fue un éxito redondo y conseguido por instantes a fuerza de denuedo, arte y voluntad.
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