28 de febrero de 2006

Pregón de Fiestas 2004

JUAN ABARCA CAMPAL
21 de Agosto de 2004

Sr. Alcalde, Sres. Concejales, Sres Sacerdotes, Sres y Sras, Jóvenes, Queridos paisanos. En primer lugar debo profunda gratitud al consistorio municipal por la deferencia que habéis tenido con nosotros al llamarnos para lo que voy a decir hoy.

Mi querido pueblo de Villavieja. Es para mi un gran gozo pronunciar el pregón de estas fiestas del año 2004 y ante todo un gran honor que se hayan acordado de nosotros, porque si un hombre es de donde es su infancia, nuestra infancia esta ligada a Villavieja en los momentos mas deliciosos del ocio colegial, en las Vacaciones, cuando nuestros padres venían con ansia a buscar sus raices, en las Nochebuenas, las matanzas y en los cálidos veranos.

Aquí hemos disfrutado de los juguetes mas preciosos que puede tener un niño, pues, ¿hay alguno mejor que un trillo guiado por unos dóciles animales, inundado del sol de la mañana que se estrella contra la dorada parva?, ¿o arrastrarse cogido a él, en un azul atardecer, preludio de una noche con tantas estrellas en el cielo como no he conseguido ver en ninguna otra parte?

Recordamos los bogayos para jugar, las moras, la “candonga”, el “ya vienen, ya vienen” por la entanilla los toritos del encierro y sobre todo la Sta. Virgen de Caballeros y los días aun mas especiales, cuando en un carro se echaban unas mantas y las viandas para pasar un precioso día de campo en la “Pernalona”.

Aquí también, circunstancialmente, aprendimos el sufrimiento, cuando un carro enorme se me cayó encima de la pierna, rompiéndomela por la cadera, periodo de reflexión para un niño que entraba en la adolescencia y que quizás influyó en nuestra vocación médica. Recordamos los veranos con las piernas llenas de cicatrices y de heridas, de no bajar de la bicicleta (era una gozada tener tantas en casa pues no en vano el tío Santos, que era un artistazo, las reparaba). La seriedad de D. Ramón, párroco de este pueblo durante tantos años, que vivía cerca de nuestra casa y nos aconsejaba prudencia desde su seriedad, y del que posteriormente seríamos muy amigos a pesar de la edad que nos separaba.

Recordamos también con nostalgia a nuestros primos y en especial a Andresito, hijo de Andrés Merchán, que con su boina jugaba a ser mayor pero que solo era un niño que desde pequeño ayudaba a su padre en las labores del campo.

Sabemos que nuestra familia era conocida como los “Zamoranos” y es probable que descendieran de Zamora y aquí vinieron a parar por matrimonio o para buscar mejor la vida y nos sentimos por ello muy orgullosos, que nuestra familia faenaba su industria de tejas y ladrillos, en las horas de calor y en el frescor de la tarde –tarea pesada y paciente- que solo suavizaban el amor y el humor, y que el abuelo solo con mirar a uno de sus siete hijos era comprendido y escuchado, lo mismo que cuando eran unos niños y el cabeza de familia partía el pan como si fuera un rito.

Conocemos la avanzada mente de nuestros abuelos de la que nuestros padres aprendieron el respeto que luego nos transmitirían y con el que hemos caminado por la vida para llegar a hacer nuestra misión. Ese respeto al que hoy no se le concede la importancia que tiene y que de su ausencia conoceremos sus consecuencias.

También sabemos el avance, la apertura y generosidad de nuestros antepasados, que les llevaron a adquirir una fina en Babilafuente con un tejar y que estaba a 120 km de Villavieja para que uno de sus hijos pudiera curarse de una enfermedad renal que padecía, bebiendo del agua del manantial de ese pueblo que era buena para esas dolencias y de esta forma se extendió esta familia por la tierras de San Morales y Huerta, cerca de Salamanca.

Recordamos como niños los paseos por las tenerías, industria que fue de este pueblo, y si una infancia está también hecha de amor y de aromas, guarda nuestra memoria el fuerte olor del curtido y de sus productos y el misterio que nos producía las puertas desde las que se entraba a la oscuridad.

Si como decía O. Wilde, al hombre haga lo que haga, se le recordará por una anécdota, fueron estas circunstancias como otras que recuerdo con ternura y cariño, como eran las noches al fresco rodeados de nuestros padres, familiares y ancianos con la mirada atenta sobre nosotros, porque aun sin haber estudiado sabían, que cada niño llevaba dentro un tesoro al que cubrían con su dulzura, dando su amor desinteresado en los hermosos días de feria, como hoy en el que éramos tan felices con una trompeta y unos cascabeles.

Señoras, señores, amamos a este pueblo, que es el de nuestros antepasados, porque ellos nos enseñaron a amarlo hasta el punto de formar siempre parte de él. Amamos a este pueblo que nos dio su alegría y su luz, sus juegos y su amistad.

Amamos a este pueblo porque, como hemos dicho, forma parte de nuestra infancia y parte importante del hombre que somos hoy. Porque cuando escuchamos su nombre recordamos lo que mas queremos, lo que mas hemos querido y el orden y la laboriosidad de sus gentes.

Amamos a este pueblo de Villavieja con sus calles, sus casas, su dehesa, su río. Tenemos presente su hermoso lema “Laboriositas et justicia”, Trabajo y Justicia, al que hacen honor sus habitantes, considerando cuantos sueños salieron de aquí y van dejando una estela de hombres de bien, en el lugar en el que la vida les situó.

Amamos a este pueblo, al fin, porque él nos amó y lo haremos durante toda la vida, porque aquí yacen todos los que nos amaron en un lugar tan pequeño y bonito que parece un pañuelo de flores y de colores, y en especial yace la persona, que junto con mi padre más influyó en mi, mi madre, la que aun después de muchos años de habernos dejado, sigo sus enseñanzas. Modelo de generosidad con mi padre, muchos años enfermo, con nosotros, sus hijos, Manolo y María, sus nietos y con sus sobrinos, en especial Paz, Manoli y Pauli, en los cuales dejó una huella indeleble, como también la dejó en mi esposa, que a través de ella y siendo de Asturias se hizo también castellana. Mujer de horizonte infinito tenía una mentalidad tan avanzada que siempre estaba al día hasta en el ritmo de baile mas moderno. Ella me decía “hay que ver lo que es la vida, hijo, nosotros hacíamos las tejas y los ladrillos para que tú construyeras y pusieras en funcionamiento hospitales”

El último recuerdo que tenemos de ella es en un balcón de esta plaza invitada por sus amigas, a las cuales les doy las gracias por como la acogían, recibiendo a la Virgen con esa alegría y gravedad que era muy propia de ella.

También conocimos por ella a otras personas que dejaron una impronta en la historia del pueblo y cuyos nombres prefiero omitir para no olvidar alguno. Todos los cuales, con mis tios Teresa, Victor, Zacarías, Manolo, Juan y Paz, festejarán que uno de los suyos dé el pregón de estas fiestas.

Y termino, hoy son las ferias, os invitamos a disfrutarlas con alegría para que sean siempre un hermoso recuerdo y queremos que este pregón lo escuchen todos los que de una u otra forma están con nosotros, a nuestro lado, para los que es este homenaje de amor desde siempre y para siempre.

27 de febrero de 2006

Pregón de Fiestas 2003

HIPÓLITO VELASCO MERCHÁN
23 de Agosto de 2003

SR ALCALDE, SRA. CONCEJALA, SRES. CONCEJALES, SACERDOTES, SEÑORAS, SEÑORES, JÓVENES, QUERIDAS PAISANAS, QUERIDOS PAISANOS

Cuando, a finales de junio, llegó a mi poder la invitación oficial de la Corporación para participar en las Fiestas Patronales de este año, en calidad de Pregonero, se cruzó en mi interior el sentimiento de gratitud, bien perfilado, con una emoción vibrante efecto de las vivencias de un pasado gozosamente vivido.

Sentimiento de gratitud a Vd., Sr. Alcalde, a Vds. Sra. y Sres. Concejales, por su deferencia conmigo. En reciprocidad manifiesto explícita y públicamente el deseo de que la dedicación de servicio, que iniciáis, sea creativa. Que acertéis en el gobierno que debéis ejercer. El servicio libre y honrado a la comunidad política es trabajo de señora, de caballero, dignifica a quien ejerce esta cualificada misión. El servicio público a la comunidad política es tan preciso y forzoso como indispensable el oxígeno a nuestra existencia biológica. Procede, por tanto, agradecer vuestra disponibilidad, y, en consecuencia, colaborar con generosidad por el bien de Villavieja, que es bien de todos los que la amamos.

La vibrante emoción nace por la ocasión que me brindáis de actualizar vivencias de una etapa que configuró inicialmente y determinó funcionalmente mi personalidad.


CARIÑO AL TERRUÑO

Al confiarme la singular ceremonia, escribís: es “obvio tu cariño al terruño”. Estáis en lo cierto, Sr. Alcalde. Dices verdad, José Manuel. Mi reconocimiento a esta entrañable Villa es expreso e inequívoco; mi gratitud gozosa.

La atmósfera de protección que constituía el cuidado de nuestros padres iba dando paso a relaciones nuevas que permitían estrenar experiencias. Nacía la década de los cuarenta. Tenía entonces 5 años. El espacio físico de Villavieja, su paisaje abierto, sobrio y recio encandilaba mis ojos. La relación que iniciábamos los de igual edad fascinaba mi ánimo. Más tarde comprendí que fueron años de especial dolor y gravedad. Pero nuestros ojos de niño, ilimitadamente receptivos, fabricaban mundos imaginarios, llenos de vida y ensueño, compatibles con las privaciones que imponían los tiempos.

Caminábamos, corríamos, jugábamos a “guardias y ladrones”, inspeccionábamos, rastreábamos desde el pueblo a Valgrande, “Al Cortadero”, a Pedro Alvaro, La Pernalona, La Mesa, “Al Monte Arriba”, “Al Pisón”, La Estación, “Al Lodero”, La Brezosa, “Al Bogajuelo”… El campo nos era familiar, le profesábamos cariño y gratitud; no así a los pájaros, anfibios, lagartos y demás reptiles, conejos, animales todos contra los que descargábamos nuestra insensata agresividad; por lo que, más de una vez, padecimos severos castigos físicos de padres y maestros. El espacio resultaba ilimitado. La limitación procedía de la obediencia a padres y educadores que, para evitar el peligro, nos prohibían acercarnos al río y a los prados donde pastaba el ganado bravo, tan frecuente entonces por estos aledaños. A pesar del inminente riesgo de sufrir el castigo de padres y maestros, si se enteraban de nuestras andanzas, vencía la atracción seductora de llegar a las proximidades del bravo y noble ganado, cuyas imágenes de reposado pastar o de agitado y avispado correr, provocado en la propia manada por la lucha de poder y dominio, constituía un espectáculo bello y emocionante.

Los ya iniciados nos introducían en juegos de lo más variados. Practicábamos juegos perennes y juegos de temporada. Comunes para vosotras y nosotros unos y rigurosamente diferenciados otros. Para vosotras: La Comba o El Salto de Cuerda acompañado de románticas y dulces melodías; a veces, acelerando la cuerda a velocidad vertiginosa la seguíais librando y burlando bajo los pies para envidia nuestra, incapaces de imitar vuestra hazaña. Para nosotros el fútbol, practicado sin balón. Corríamos tras de cualquier cosa redonda, ya fuera un envoltorio de trapos, de virutas, de pelota de goma, que se desinflaba con extremada facilidad, o tras una insignificante pelota de crepé, saltarina e incontrolable. El balón, hasta el año 1945, aparecía esporádicamente como propiedad de algún niño singularmente privilegiado. Bastaba la presencia del preciado y para nosotros entonces inexistente esférico, para que a su poseedor le aparecieran, como hongos, “amigos improvisados”.

La Plaza se convertía en un espectáculo impresionante, lleno de vida, de alegría, de griterío. Nos entregábamos más de 250 niñas y niños a los juegos más diversos y singulares, cuando esperábamos la hora de la catequesis o del rezo del rosario. Unas y otros jugábamos a Las Barreras, iniciando el juego con el ingenuo dialogo: “Guau va; guau venga; ¿hay perrito?; sí, por el lao que te dé la gana y te convenga”. Y a correr en torno a las barreras, cumpliendo rigurosamente, como en todo juego, las reglas establecidas. Nosotros jugábamos a Las Cuatro Esquinas, a La Una Anda la Mula, o Al Castillo, a La Ingorra, a Los Cuatro Barriles, Al Juego del Ratón, a los Santos, a La Peonza, …., Vosotras “Al Diabolo”, decíais, a Las Tabas, “Al Corro”, “Al Escarranchete”…. Podíamos recurrir a más de treinta. Es de admirar la capacidad creativa para inventar y establecer las reglas de unos juegos y entretenimientos de coste económico cero; así lo imponía aquella década de rigurosas privaciones, cuya escasez no mató la alegría de vivir, ni impidió nuestro crecimiento en fase tan frágil de desarrollo personal, pues los juegos cumplieron una función pedagógica admirable y de extraordinaria fecundidad. Todo juego auténtico conlleva gozo, experiencia psíquica y espiritual necesarias y saludables. El campo de posibilidades de acción e interacción con sentido, propio del juego del que habla la Estética de la Creatividad, exige atención, requiere rapidez, ofrece la ocasión de ejercitar la lealtad a las normas establecidas, compatible con el objetivo de victoria. Toda una escuela de formación que aquellas generaciones vivimos, y, entregados, saboreamos con entusiasmo. Al introducirnos los mayores, establecíamos vínculos e íbamos constituyendo, mediante el encuentro en los juegos, comunidad, objetivo esencial para el hombre.


ENSEÑANZA, CULTURA, DIVERSIÓN

La enseñanza ha sido en Villavieja objetivo prioritario. Se respetaba, admiraba y colaboraba con maestras y maestros en su labor educativa. De los párvulos y del colegio de monjas, que había entonces, pasábamos, a los 7 años, a Las Escuelas de arriba, donde se impartían cuatro grados o niveles, con estricta separación de niñas y niños. Existía un colegio privado para chicas. Hasta los 14 años asistíamos a la Escuela en horario diurno; en la adolescencia y ya jóvenes a clases nocturnas. Algunos padres nos enviaban a clases particulares, a “dar paso”, decíamos; en la generación siguiente se extendió la costumbre. El Párroco impartía también clases nocturnas, además de celebrar círculos de estudio por separado para jóvenes, hombres, las jóvenes y las señoras. Años después pude verificar el nivel de preparación alcanzado. Los conocimientos adquiridos en Villavieja me permitieron cursar el Bachillerato Superior en dos años de estudio.

La admiración por la cultura era manifiesta. En Las Escuelas se fomentaba la lectura para la que disponíamos de una modesta biblioteca. En fiestas solemnes se invitaba a oradores sagrados cultos y brillantes: Dominicos, capuchinos, jesuitas, de otras comunidades religiosas, canónigos magistrales y a cultos y brillantes oradores sagrados, hijos del pueblo. Algunos de nuestros padres y abuelos recitaban emocionados fragmentos de obras de teatro clásicas que ellos mismos habían representado; costumbre quebrada tras la grave y lamentable experiencia vivida en la década anterior. No obstante, seguía viva la afición al teatro, manifestación cultural de primera calidad. Nos visitaban actores y actrices de renombre: La gran compañía de Luque Salguero, de cuyo director, inteligente y sublime actor, oí alabar la sensibilidad de Villavieja para el teatro; con nosotros estuvieron y actuaron en dos largas temporada. Entre otras actuó también en Villavieja, varias temporadas, la compañía Medrano, y era nuestra delicia el circo. Las habilidades de arte dramático se conservaron en el reducto de la declamación, que practicabais las niñas, especialmente en el mes de mayo. Recitabais primorosas poesías. No sé por qué aquella sociedad jamás contó con nosotros, los varones…. Tal vez porque nos tuvieran por desmemoriados o por tímidos o por incapaces de expresar un arte tan hermoso y profundamente humano. (Es verdad que, en la década de los cincuenta, cuando algunas de las hoy aquí presente organizasteis una obra de teatro, se contó, tímidamente, con un varón: Juanito Vázquez. Aire nuevo remozaba la cultura). En la década de los cuarenta se hacía cada vez más presente el cine, entonces mudo; las ocurrencias del comentarista, en casos perogrullescas, nos provocaban la carcajada. La película, “El Cura de la Aldea”, se rodó en Villavieja y en Madrid. A Madrid llevaron a nuestros paisanos, que contaban sus experiencias con emoción de adolescentes. De niños intervinimos en la película, “El Camino del Amor”. Villavieja compaginaba su habitual actividad con el sentimiento gratificante de poner en escena secuencias de arte y de cultura.

Villavieja cantaba, bailaba, se divertía. Pueblo charro contaba con repertorio propio: Cantos y baile depurado y de estilistas galaneos, plantes, huidas y encuentros. Joaquina y Luis Pirolo eran intérpretes excelsos del baile charro. Su arte nos deleitaba. Con sus triunfos por España en los concursos de Coros y Danzas y con el Primer Premio Nacional, logrado en Estados Unidos, lo dieron a conocer. Villavieja receptiva ampliaba su repertorio. Los empresarios del entretenimiento y del servicio a la diversión adquirían la producción musical del momento. Emilio Pirolo, asesorado por una juventud sensible e intuitiva estaba a la última en sus adquisiciones. Villavieja cantaba y bailaba también a ritmo de lo nuevo.

En armonía con la sensibilidad de aquel tiempo, se nos sorprendía en Ferias con prestigiosas orquestas. Resultaba pintoresco en éstas fiestas la exhibición de peleles, títeres o muñecos, espantajos obra de ocurrentes como Carmen Arias o Celia de Crisanto, y que, fuera de la plaza, atraían, encendían y enfurecían a los bravos para contento y emoción de los espectadores. El Sr. Higinio nos honraba y divertía con su danza de “Rodear o bailar la bandera”. Concentrado y ágil a niños admiraba y a todos alegraba; qué gran don es el de darse y llevar alegría a los demás. Quizá el dramatismo que embargaba entonces muchos corazones pidiera como contrapunto la alegría de vivir, pues todo el año estaba salpicado de fiestas, entrañables unas; alguna conmovedora y grave; grandes y bellas otras; más las de Santiños de gorra: San Sebastián, San Antón, San Crispín, San Tirso…. Excepto en las de Semana Santa no faltaba la alegría, al igual que en las matanzas, la recogida del muelo, las bodas, a cuyo baile acudía la juventud. En carnavales el cariñosamente llamado “Tío Tanilla”, con su juego de la “Vaca Prima”, nos divertía y a la vez cual si de verdad fuera nos encogía a los niños el corazón. Otros siguieron la tradición que recogió Nazario. Muchos contribuían a incrementar la alegría: El Dr. Bruno, Antonio Mateos, con su hermano Manuel por paciente y con su equipo quirúrgico, formado por sus otros hermanos Salvador y Ángel; todos ellos con su gracia grave y a la vez zumbona y ocurrente provocaban la risa. El pudor de la época os privaba a vosotras de lo que para nosotros era excelente: Los cantos, la alegría, los guisos para relamerse, en la Taberna de la señora Casimira, admirable cocinera, servicial, cariñosa, siempre disponible. A tantos conocidos, hijos e hijas de Villavieja, que contribuyeron a educarnos y a los que sin complejos, ni falsos respetos humanos, a pesar de sus íntimos sufrimientos, supieron darse y poner sus dones al servicio de los demás y hacernos una vida más feliz, mi sincero y emocionado homenaje. En los momentos álgidos de diversión de los varones, no faltaba la danza de “A Ovira”. El Sr. Mateo, el curtidor, como en trance, serio, las manos sobre la solapa de su chaqueta, extasiado, entonaba el canto e iniciaba la danza: “A Ovira, vamos a Ovira…”. Le seguíamos con iguales movimientos, con quiebros, entendimiento, engaños…. El efecto era relajante, nos unía el gozo de vivir, de estar juntos, de participar, de entendernos, aunque, desde fuera, pudiera parecer que la danza carecía de sentido. Los mozos cantaban, rondaban a las mozas e interrumpían por sorpresa sus dulces sueños con más dulce despertar. Los Quintos, entonces sin la compañía de sus Quintas, relevaban a los inmediatamente mayores, con la celebración de San Silvestre, para cumplir con su primera obligación pública y consuetudinaria: Cuidar, animar y dar esplendor a la alegría, durante el año natural. Gallitos, seguros de haber estrenado mayoría de edad, cantaban, cantábamos reiterativos la canción creada para el acontecimiento por nuestro trovador e inolvidable Juan Ignacio.


OFICIOS Y ECONOMÍA

Timbre de gloria es el trabajo. Para todos debe ser inexcusable. Así se entiende en Villavieja. Unos pocos dejabais la Escuela a los 12 años, para estudiar fuera. Los demás, casi la totalidad, a los 14, sin remisión, las circunstancias y/o nuestros padres nos imponían el futuro profesional. Fenecen los cuarenta. Nace la década de los cincuenta. Las labores del campo, la ganadería, la artesanía, la industria o el comercio constituían el casi único marco ocupacional. Vosotras al hogar, digno y sacrificado destino, en casos la confección, si bien no se subestimaba vuestra colaboración en otros oficios, que realizabais con eficiencia ejemplar.

Un día sigue a otro día. La luz empuja a la noche. Vence segura las sombras, el pueblo rebulle. Renace joven la actividad. Se impone diligente, constante, hacendosa. Los panaderos amasan la harina que elabora el molinero. Cuecen el pan candeal, entonces supremo manjar. El martillo del herrero a golpe y fuego aguza sobre el yunque la reja del labrador rezagado, que no cumplió con el inexcusable deber en la anochecida tarde del día anterior o aguza pistolos, cuñas, picos, punteros, cinceles, bujardas, herramientas del cantero capaz de convertir el granito en “coto” o en obra de arte. A unos el ritmo del martillo sobre el yunque avisa del día naciente. El trasiego del ganado a otros. A todos lo confirman las campanas, que invitan al culto divino. Entre los madrugadores se sentía rebullir a los curtidores con sus “chancas” sonoras, buscando, en función de “canineros”, si el perro, en la noche guardián, ha expulsado generoso el sólido despojo, tan preciado para el curtido de pieles. Recorre las calles el Sr. Sebastián Tatán que pregona carnes, pescados, artículos de comercio y una lista de avisos a la comunidad, entre chascarrillos y estruendosas e inocentes ocurrencias.

Villavieja trabaja. En la recolección los agricultores apenas descansan. Los herreros calzan con hierro los rotátiles pies de los bueyes, los cascos de burros y mulos que, sin cesar, acarrean, trillan o mueven cangilones de noria. Otros oficios amplían su horario. Trabajan de “sol a sombra”, pues entrada la noche, siguen en faena. Los Tejares fabrican deprisa. Sus medios de producción sólo permiten la actividad de mayo a octubre. Un reducido número de profesionales, algunas jóvenes y los estudiantes, lejos de las aulas, disfrutan del relajante paseo de las tardes de verano. Los enamorados, a pesar de la febril actividad, hallan espacio para disfrutar del encuentro entre amada y amado, pues el amor no tolera compuertas.

En Villavieja, labradora, ganadera, comerciante, de artesanos consumados, de artesanos-artistas, de reconocidos artistas, resurge la economía. Fuera, la obra de canteros, constructores y albañiles empieza a ser dignamente compensada. La Estación de Ferrocarril, polígono industrial con Fábrica de harinas, Fábrica de trillos, Almacén de maderas, Almacén de minerales, Panera del Estado, Muelle con almacén y Embarcadero del ganado, es testigo de la presencia de numerosos viajeros, de dinámicos labradores, ganaderos, tratantes, curtidores, zapateros, canteros, constructores, productores de teja y ladrillo, carpinteros, pintores, herreros, mecánicos, electricistas, fontaneros, carboneros, conductores, carreros, transportistas, dulceros, regentes de la fonda y las posadas y demás profesionales. Recuerdo la ayuda que, generosa y mutuamente, nos prestábamos, en la recepción y embarque de mercancías. Con frecuencia ganaderos, mayorales y vaqueros dirigían Sierro abajo el ganado de lidia, arropado por los cabestros. La escultura, en carne viva esculpida, a la entrada del Embarcadero, efecto de inteligencia y habilidad era hermosa. Quienes teníamos la oportunidad de percibirla, si bien fugazmente, suspendíamos la actividad.

El mercado de ganado de los días 29 y 30 de agosto se convertía en escuela pública de negocios. Se practicaba el difícil arte de la negociación, haciendo compatible la lealtad y el respeto a los derechos del otro con el beneficio propio. Se cumplía la palabra dada, sellada con el apretón de manos y con la celebración del alboroque. Muchos acudían, cada semana, a los mercados de Ciudad Rodrigo, Vitigudino, Salamanca; algunos a otros mercados de España; un domingo al mes, a Lumbrales. Me divertía a los 15 años, ya de regreso en el tren, ver discutir a los mayores bajo los efectos del chispeante vino de Lumbrales. A sus conversaciones encendidas no faltaban chispazos de sabiduría.

Laboriosa, abierta, receptiva, Villavieja nos capacitó para otros mercados de trabajo. Fuera, sus hijos e hijas, y los hijos de estos ocupan puestos cualificados. Destacan en la enseñanza, la economía, el comercio, el derecho, en la defensa de legítimos derechos del trabajador, en la medicina, en la ciencia, la técnica, en El Ejercito, en el servicio a La Iglesia, en la cultura, en el arte. Los que aquí permanecéis tenéis acreditada vuestra laboriosidad. Con medios modestos habéis elevado la calidad de vida y que, gracias a vosotros, hoy todos disfrutamos: Mejoras en el abastecimiento de agua, pavimentación de calles, Piscina pública, Centro Multifuncional, magníficas Instalaciones deportivas, Hogar de los Pensionistas,…., Residencia de los mayores, sano orgullo de los que de aquí somos. Nos congratulamos y agradecemos a la Corporación anterior, a la actual y al profesor Manuel Calderero que nos hagáis partícipes, mediante Internet, de los acontecimientos que vivís.


ENCUENTRO Y FIESTA

En el encuentro hallamos la felicidad. Encuentro con las personas y con todo lo que es valioso. No basta la proximidad o vecindad física. El encuentro impone exigencias. Entre otras, ha de darse la generosidad, la apertura de espíritu, el respeto, la veracidad. En la adolescencia y primera juventud me di cuenta que Villavieja padecía serios y graves defectos. Defectos que tenían su origen en el hecho de no cumplirse por todos las exigencias de generosidad, apertura de espíritu, respeto, veracidad. No bastan las buenas intenciones. Si se cumplen estas exigencias, se logrará la armonía, la paz, la alegría; de lo contrario habrá desazón, desgarro, ruptura.

Villavieja ofrecía posibilidades efectivas para el encuentro, que consiste en relación activo receptiva: Generosidad de dar y gratitud de recibir, recíprocamente cumplidas. El 27 de marzo de 1957, al partir de Villavieja, nuestra maestra y entrañable Villavieja había llenado las alforjas de mi experiencia con un rico legado, que, agradecido, yo asumía: Hábito de trabajo y de redoblado empeño de realizarlo cada vez mejor; humilde y cuidadoso cultivo de la veracidad; sentimiento de libertad, hoy explícito en una de nuestras señas de identidad: La “Puerta a la libertad”; sentido de justicia; sincera y humilde religiosidad. En 1957 eran semillas vigorosas, consolidadas más tarde, en los cinco pilares que han enmarcado y sostenido mi proyecto de vida: Laboriosidad, voluntad de verdad, ansias de libertad, afán de justicia, humilde y sólida fe. He aquí la razón de la gratitud inmensa que profeso a Villavieja.

La fiesta es luz, alegría, gozo, júbilo, frutos del encuentro. La fiesta que celebramos es fruto del encuentro entre la semilla, la tierra, los vientos, el frío, la lluvia, el sol, el trabajo del hombre y el poder absoluto. Villavieja recolecta los frutos y celebra el encuentro generoso de la semilla, la tierra, los cielos, el trabajo de sus hombres y Dios. El conocimiento por fe nos enseña que la Virgen es Madre de Dios y Madre nuestra, pertenece al ámbito de la divinidad y al nuestro.

Confiados podemos decir: Virgen de Caballeros, Madre amable, Abogada fiel, por Dios elegida, por la Trinidad amada: Bajo tu Manto, Señora, seguros, nos acogemos; en los dolores y angustias a tu amparo de Madre acudimos; en las alegrías Te celebramos. Convocados en tu honor, hoy reunidos forasteros y lugareños con júbilo clamamos:

¡VIVA LA FIESTA!……
¡VIVA VILLAVIEJA!….

26 de febrero de 2006

Pregón de Fiestas 2002

FRANCISCO HERNÁNDEZ RABAZAS
26 de Agosto de 2002

Hace poco más de un año, en Sevilla, donde vivo, me encontré con Juan José Puente, vecino mío y paisano nuestro, el hijo de Dª Inés, y al preguntarle si vendría a Ferias me dijo que seguramente, porque el Pregonero era Manolo (el del Estanco) y a mí me dio como un pellizco porque algo que siempre veía como lejano, el Pregón de las fiestas, esta vez lo hacía alguno de mi edad. Y creo que sentí hasta algo de envidia cariñosa.

Lejos estaba yo de pensar que poco tiempo después fuera yo quien se viera en tal situación. Me sorprendió la propuesta del Alcalde y he de decir que me gustó. Tal vez por un poco de vanidad que siempre tenemos a mano. Y me vi complacido por la idea de hacer algo en mi pueblo.

Al mismo tiempo me entró también cierto reparo porque ¿qué iba yo a decir? ¿Era yo la persona adecuada para ello? Agradezco muy sinceramente a Fernando, nuestro Alcalde, su invitación, y a todos las muestras de cariño y afecto que hemos recibido en estos días.

Este momento me va a permitir también agradecer públicamente a quienes me han hecho como soy y me han enseñado a ser un hombre de bien, que es mi familia, que son, sobre todos, mis padres, Julio y Teodora.

En fin, lo único que me queda por añadir es que he recogido mis recuerdos y mis emociones, adobándolos con cariño y así os los entrego:

Como la de tantas personas en el pueblo, mi vida, la de mi familia, es de ida y vuelta. Un tiempo aquí, luego fuera, y siempre volviendo. La tierra a la que tanto queremos no es rica, no da para todos y por eso hay que salir fuera, a ganarlo, a tratar de sacar adelante a los tuyos. Y así lo hicieron mis padres. Aunque nuestra salida no fue muy lejos. Nos fuimos a la raya de Portugal, a los Saltos como se decía entonces, y allí, en el de Saucelle tuvimos nuestra casa muchos años.

Volvíamos al pueblo por Ferias, en Navidad, por la Pascua, para juntarnos con los demás, los que se quedaron y los que volvían igual que nosotros, pero desde mucho más lejos.

Como una espiral que no para de crecer, la vida nos fue llevando más y más lejos, poco a poco. Primero a estudiar a Salamanca, ¡qué buen sitio! Y más tarde a Sevilla. Allí he formado mi propia familia y desde allí nos acercamos de vez en cuando con la emoción del recuerdo de los que nos esperan y el recuerdo de los que se han ido.

Y volviendo, uno se enreda en los hilos de la memoria y se juntan cosas de la infancia más lejana con otras casi de ayer mismo.

A veces cuando voy a visitar a alguno de mis parientes, casi no reconozco las calles. Son las mismas, pero no. Aquí y allá parches nuevos les han cambiado la cara, pero también allí y acá quedan algunas señas de siempre. La peña donde jugaba de chico (pero muy chico) con Mari Jose la de María y Alejandro, y con Miguel, y con Juan Antonio, ó con Manolo el de Víctor. Mi barrio del Mocril sigue como una foto fija en mi cabeza, y como una de esas películas de cine de barrio antiguo, con sus cortes y sus rayas, con mal sonido, lo sigo viendo como era entonces al tiempo que camino. Y a los actores los vuelvo a ver tal y como eran; escucho sus voces perfectamente registradas y hasta los olores se meten de nuevo en mi cabeza.

Recuerdo las Escuelas de la Plazuela, con mi primera maestra Dª Maria Francisca, y recuerdo el camino hasta casa, con la bolsa de la pizarra y los pizarrines ¿cuántos perdería? Y recuerdo sobre todo el escaparate de la Droguería con un paquete de achicoria El Gallo y el dibujo de la marca, un gallo de colores que me atraía como un imán, hasta el punto que en una ocasión, mi madre, extrañada por lo que tardaba en volver de la escuela me vino a buscar y me encontró acurrucado en la esquina, dormido mirando al gallo.

Lo de ir a las escuelas de "pa allá" arriba ya fue algo serio. Aquello sí que era ir a la escuela, y allí sí que había maestros de verdad. ¡Qué respeto!, ¡Qué miedo algunos! Allí había que ganarse el puesto en la fila cada día y la pregunta en casa no admitía dudas: ¿quién está delante de ti? o, ¿tú cuál eres de la clase? Menudo drama si un día al leer te echaban para atrás. Antes de que llegaras a casa ya lo sabía tu madre. Las madres siempre se enteran enseguida de lo que no conviene. Y a ver cómo te escapabas. Y mentías, y te pillaban y te daban algún tortazo y cuando volvías a tu sitio más adelante corrías a decirlo enseguida y así hasta que pasabas al otro grado. Porque las Escuelas de arriba eran graduadas.

Y allí había un sitio grande para el recreo y había riñas. Igual que en la clase cada uno tenía su sitio y a diario se disputaba y los más chicos lo pasábamos mal. De siempre los más grandes y los más brutos mandaban. Pero yo tenía un primo grande que me defendía, mi primo Arturo, el de Jacinta y Nazario, y claro, ya era otra cosa.

A las escuelas de "pa allá" arriba había que llevar un vaso para la leche en polvo por las mañanas, y ponerse en cola en los recreos. Los de cristal no valían porque sólo duraban un día. Los que más se usaban eran los de porcelana pero enseguida les salían piteras por los golpes. Mi madre, como todas, nos hacía una bolsa de tela para llevarlo con unos cordones y se podía hacer girar, menudo juguete. Por la tarde había que llevar una rebanada de pan y te daban una loncha de queso de unas latas grandes, un queso que no sabía como el queso, pero te lo daban. Más tarde aprendí lo de la ayuda americana y las campañas para que los niños de entonces tomásemos leche suficiente todos los días. Cómo pasa el tiempo y cómo se nos olvida lo que fuimos hace nada.

Apenas había empezado el Segundo Grado cuando nos fuimos para el Salto, aquello era otro mundo. Allí no había animales ni labor. Aunque sólo vivimos en Villavieja los primeros ocho años de mi vida, tengo tan claros los recuerdos de entonces como si siempre hubiera estado aquí. Al recordarlos para este momento he vuelto a aquellos días. Algunas veces he contado a mis hijos cómo era nuestra vida entonces, y se les hace difícil imaginarlo. Yo guardo para mí como un tesoro precioso esos años que ellos sólo conocen por mi relato.

Vivíamos enfrente de la casa de mis tíos Honorino y Anastasia. Las puertas enfrentadas eran un pasillo para nosotros que íbamos de una casa a la otra sin parar. Ellos tenían labor, y animales, vacas, burros,... y cuando llegaba el verano y se había segado había que trillar en las eras. Y esto sí que es un lujo para mí recordarlo. Como todo lo que recuerdo de entonces la trilla era un momento espectacular, un tiovivo natural, que tú manejabas. Sobre todo si trillabas con burros, ó mejor con mulos, y podías correr porque si te ponían con los bueyes era una lata, lentos lentos y a tirones. Y los montones de paja, a subir y bajar, y tirarse una y mil veces. Recuerdo ser objeto permanente de las bromas de los mayores, pero era igual, yo estaba feliz y siempre por medio. Estorbando supongo. Y cuando cargaban el grano me preparaban un costal pequeño para que lo subiese al sobrao.

Entonces había casas con luz de día y las que no. Nosotros no teníamos luz de día. Venía al atardecer, cuando el señor Agapito le daba al interruptor, me figuro, y luego ya de noche, daban el cambio, y nos quedábamos con una luz amarillenta, con una fase sola por la escasez que había entonces. Cuando ya teníamos luz de día mi padre trajo una radio, de las de voltímetro, y por las tardes mi madre encendía la radio junto a la puerta y se sentaban en corro las mujeres a coser y a escuchar las novelas. Y por la noche daban el Parte (que eran las noticias) y los discos dedicados en Radio Andorra y Matilde, Perico y Periquín.

De todo esto y muchas más cosas me he ido acordando. Y las he ido anotando en un cuaderno. Pero no quiero que este pregón sean sólo mis recuerdos. Pregonamos las Ferias y Fiestas de 2002. El momento mágico del año en el que todos volvemos la mirada hacia Villavieja. Desde cualquier punto en el que nos encontremos.

Al igual que en cada familia las fechas importantes, cumpleaños, bodas, celebraciones,... reúnen a todos en la casa común, las Ferias son el momento importante del año para los que esperan encontrarse de nuevo. Para renovar la ilusión de la vuelta a quienes desde lejos vemos las Ferias como la llamada interior de los nuestros. De los que están allí esperando, de los que se fueron y cuyo recuerdo nos emociona porque los sentimos presentes.

Es el momento en el que los que aquí permanecen todo el año van saludándose día a día con frases que son de temporada: ¿qué? ¿Ya han venido los franceses?, Ó los de San Sebastián ó Suiza, ó de donde sea. Una especie de Parte de novedades que va animando el ambiente y dando brillo a los ojos gastados de los mayores que ven cómo se acercan los suyos.

Qué de emociones al calor de la fiesta, cuántas íntimas satisfacciones con los pequeños ó grandes cambios que se van conociendo según llegan. Qué raros nos vienen estos nietos tan largos y desgarbados, con lo chiquitos que somos en la familia. Y vaya pintas que me traen con los pendientes y los tatuajes, y las muchachas con la barriga al aire. Pero ¡qué guapas están!, ¡Qué majas!. ¡Vaya mozos que tienes!, le vocea un vecino al pasar y la abuela se esponja: ya ves, unos para arriba y otros para abajo,... Y casi siempre es necesario insistir, ¿y de cuál son esos?, ¿Y el hijo?, ¿No viene este año?, y así cada día de Agosto se va tejiendo el traje de fiesta para los últimos días del mes.

Poco a poco las calles se llenan de coches, todos con matrículas de fuera. Se ve a todas horas pasar gente, de uno a otro lado. Los bares se convierten en punto de reunión informal y en el pasar de uno a otro se suceden los saludos espontáneos, las voces recias que confirman nuestra presencia: ¿ya habéis venido? Aunque te estén viendo es preciso confirmarlo, como si no hacerlo fuera no estar de verdad. ¿Os quedáis a las ferias? Lo primero es asegurarse de que durante unos días vamos a quedarnos aquí, luego ya te preguntan por la familia, por el trabajo, en fin, por los kilos que te sobran ó te faltan, por los pelos que no tienes y si ese mozo que te saca la cabeza y mira despistado es tuyo. El cuerpo se va encajando poco a poco en los huecos de siempre, como en un traje viejo, y hasta la voz te cambia y empiezas a coger el tonillo del pueblo. Y das voces en respuesta a los cariñosos pescozones que recibes y a los espaldarazos de bienvenida que te sacuden a cada poco. Empiezas a orientarte entre caras conocidas, y poco a poco les vas poniendo nombres, los asocias a otras ferias a otros encuentros y te ves caminando con alguno hacia las escuelas, ó en un baile con alguna, y los cantares que salen espontáneos de cualquier sitio te dejan definitivamente metido en fiestas.

También puede ocurrir que te coge por en medio una quinta que celebra no sé qué año, y te ves bailando en la calle al son de una charanga y bebiendo lo que no debes y por un momento eres otra vez el quinto, el joven que volvía en los veranos y te dejas arrastrar calle abajo ó calle arriba, hasta otro bar, hasta otro corro,... estás en Ferias.

Aunque los tiempos y las costumbres han ido variando y dando forma a las fiestas, y tenemos actividades, actuaciones y festejos repartidos en muchas fechas, el comienzo de las Ferias sigue siendo la bajada de la Virgen. El sonido de campanas que la acompaña nos alerta del momento que viene. Un encuentro con nuestras raíces más hondas, y que al margen de creencias, y también con ellas, constituyen una marca y una seña de identidad. Oír la gaita y el tamboril, ver tejer y destejer el cordón con el paso menudo de las mozas vestidas de charras, y al son monótono de las castañuelas, nos produce un escalofrío por todo el cuerpo. Los cantos religiosos, los tradicionales, Villavieja de mi amor,... elevan el sentimiento de pertenencia a un grupo único. Todos, en ese momento nos vemos atados por lazos entrañables.

Y al día siguiente el encierro. Porque si hay algo que nos hace saltar de golpe (sin olvidar a los cabezudos) es la campana del encierro. Su dan, dan, dan,... insistente y provocador va calando en nuestro ánimo y nos mete prisa. Nos lleva en nerviosos paseos arriba y abajo con la gorra puesta y con la vara ó la porra en la mano.

Saludamos sin parar a los que no hemos visto antes y se nos arruga un poco la barriga al pensar un momento dónde nos vamos a poner. Porque lo de correr ya no es posible. Y casi sin fijarte te vas quedando contra una barrera, en tertulia con alguno mientras la campana sigue con su dan, dan, acelerado, desatando falsas carreras. Y casi sin mirar haces un tanteo con la mano cogida a la varola, y siempre hay alguien que te pisa y argumenta su derecho a mirar también. ¡No se preocupe señora que hay sitio para todos! ¡A ver si me van a tirar cuando vengan los toros!

De repente las carreras van en serio, se abre un vacío que anuncia al toro que no se ve, por la curva. El acelerón en el pecho es tan fuerte que casi ni respiras, ahora ya lo ves, viene al hilo de la pared de enfrente, se vuelve porque lo han llamado y se para mirando hacia donde tú estás. Con un pie en el suelo, amagando el salto, te envalentonas y lo llamas como los demás, y cuando se arranca saltas sin mirar, empujando, levantando cuanto puedes los pies del suelo, y aplastándote de mala manera contra los palos. Ya va camino de las barreras de la Iglesia al juego de dentro y fuera, que perece mentira cómo se aguantan algunos. Y allí está el "Fondaco" con su cámara, grabando en equilibrio, porque el novillo se ha vuelto al grifo y se repite el juego del laberinto entre las piedras de los bancos y la cruz. Finalmente entra en la Plaza y se produce la primera pausa. Aún están los nervios a flor de piel y se siente el bufido del animal bajo las piernas, al pasar.

El dan, dan de la campana repite el programa y de nuevo carreras, otro novillo, este tiene buena pinta para la corrida, allá va, sin apenas verlo ya está dentro. Y así hasta el final.

No importa lo que pase luego en la corrida, lo bueno es el encierro. Ver el tropel de la manada empujado por el galope de los caballos, ó ver cómo de uno en uno se abren camino hacia la plaza. Sentir la descarga de adrenalina que produce ver al toro corriendo hacia donde tú estás, y esperar el momento de saltar, de amagar bravucón una vez que ya ha pasado ó gritarle si se para enfrente.

Todas estas cosas, y muchas más, ocurren cuando vienen las Ferias. Me ocurren a mí que desde la distancia idealizo e imagino a mi pueblo porque lo veo poco. Pero esto es así porque Villavieja tiene VIDA, con mayúsculas. Si, como dice el Sr. Alcalde, hay hogaño pájaros nuevos en los nidos de antaño, hemos de confiar en que las nidadas sean buenas, tanto al menos como las que han hecho posible la Villavieja que disfrutamos.

Me emociona y llena de orgullo el carácter solidario de mi pueblo. El afán colectivo de hacer cosas para todos y de aportar cada uno un poco para juntarlo y hacer mucho. Emociona ver tantas y tan variadas Peñas, hasta de niños chicos, semilla de Grupo, de unión, de manos unidas que seguirán durante años tejiendo una red de compañeros que no te van a dejar nunca.

Las fiestas son esto sobre todo. El enorme esfuerzo de todos, de algunos más, de los de siempre, de los que se lo toman como cosa propia y no descansan hasta que todo está en su sitio, pero siempre con el apoyo de todo el pueblo, del afán por que todo salga bien, sea divertido y agradable.

Y eso es un valor añadido de Villavieja. En Villavieja las Ferias son diferentes. Son acogedoras, generosas, uno se siente a gusto aquí. Y ocurre porque así es la gente de Villavieja, así sois vosotros, así somos la gente de nuestro pueblo. Porque cuando nacemos, nos hacemos dueños de una pequeña parte de nuestro pueblo. Nuestro pueblo, que está hecho de muchas pequeñas partes de todos sus hijos y que no sería igual si faltara alguna por pequeña que sea.

¡VIVA VILLAVIEJA! y ¡VIVA LA GENTE DE VILLAVIEJA!
Amén y felices fiestas.

15 de febrero de 2006

Pregon de Fiestas 2000


PREGÓN DE FIESTAS
24 de Agosto de 2.000)
Juan Agustín Madruga Blanco

PREÁMBULO
PREGÓN FIESTAS VILLAVIEJA DE YELTES AÑO 2000

Antes de comenzar este pregón, permitidme unas breves palabras.

Desconozco si lo que hoy voy a contaros aquí es un pregón y si ha existido algún pregón que necesitase preámbulo, pero lo escrito, como pregón nos tiene que valer, y el preámbulo, las circunstancias personales vividas días pasados me han obligado a hacerlo.

Mirad, la muerte de mi madre me ha hecho plantear seriamente el estar o no en este acto, pero después de varias conversaciones, en algunos casos emocionadas y después de muchos quebraderos de cabeza, he llegado a la conclusión de que debería de estar aquí y aquí estoy.

Pero estoy no como homenaje a mi madre y por añadiduría como homenaje a mi padre, mis padres no necesitan homenajes, sólo necesitan VIDA y esta por desgracia es lo único que no podemos darles.

Estoy aquí porque si en algún momento de este pregón reivindico esperanza y futuro para este pueblo, esto solo se consigue si cada uno de nosotros, en este caso yo, somos capaces de vencer las dificultades, pequeñas o grandes, que la vida nos va poniendo a cada uno y porque si algo especialmente aprendí de mi madre, y de esto tenía mucha experiencia, es que lo importante es que, pase lo que pase a tu alrededor, hay que tirar para adelante, hay que seguir viviendo.



PREGÓN FIESTAS VILLAVIEJA YELTES - AÑO 2.000

DESDE MIS SENTIMIENTOS

Queridos paisanos:

Dice el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua que Sentimiento es "Acción o efecto de experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas"

Pues bien, en estas fechas, marcadas por cada uno en el calendario, para el reencuentro con el pueblo y con los amigos y sobre todo para la fiesta, la juerga y la alegría, son también fechas en las que afloran una mezcla de sentimientos y emociones provocados por cosas, personas y sensaciones que viven y son de nuestro pueblo Villavieja de Yeltes.

Sentimientos en muchos casos confusos y que posiblemente se manifiestan de forma muy diferente en cada uno de nosotros, sobre todo influenciados por los acontecimientos recientes que a cada uno nos haya tocado vivir, pero sentimientos al fin y al cabo que permiten recorrer todo una vida y la relación que existe entre esta, cada uno de nosotros y nuestro pueblo.

En mi caso, sentimientos nunca experimentados aquí, de mi niñez en Villavieja sólo tengo recuerdos, sino sentimientos que se manifiestan desde la lejanía, desde mi lugar de residencia, sentimientos por tanto diferentes a los que experimentan los que viven aquí, pero al fin y al cabo mis sentimientos.

1.- Sentimiento de Tristeza:

Tristeza mezclada con ignorancia y extrañeza como la de un niño totalmente inmaduro que sin apenas entender nada y con once años tiene que abandonar su casa, su familia, su entorno y sus gentes buscando algo que los mayores resumían en .... "hijo si quieres ser algo de mayor"..., y nos enviaban a Ciudad Rodrigo, Zamora, Salamanca, e incluso más lejos........cuando erróneamente la mayoría de los niños no queremos, perdón, no quieren ni deben desear ser algo de mayores, sino que solamente quieren ser niños.

Tristeza de los padres, y esto lógicamente sólo se descubre cuando uno es padre, que buscando un futuro mejor para sus hijos se desprenden de los más importante que para una familia existe, que es el contacto diario con sus hijos, verlos crecer, escuchar sus quejas y sus emociones y ver como van sintiendo en cada momento.

Tristeza confundida con ilusión como la que muchos de vosotros experimentasteis cuando "buscando mejor vida" abandonasteis este pueblo y os marchasteis a otras tierras mientras vuestro corazón y vuestra cabeza estaban pidiendo lo contrario o si no ¿quién de vosotros si hubiese podido quedarse en Villavieja, no lo hubiese hecho?.

Tristeza entrelazada con intranquilidad de todos aquellos que las circunstancias, familiares o personales, os obligaron a quedaros sin saber que sería de vosotros ante la incertidumbre de un futuro nada claro. Pero tristeza mezclada con el agradecimiento de parte de todos los que marchamos porque vuestra inmovilidad ha permitido que este pueblo siga existiendo.

Todos los que marchamos fuera y hemos vuelto podemos haber ayudado y contribuido a que este pueblo crezca pero que a ninguno de nosotros nos quede la menor duda si algo puede crecer es porque existe y Villavieja sólo ha podido existir por todos aquellos que os quedasteis (Vaya desde aquí mi agradecimiento)

Tristeza unida al recuerdo de todos los seres queridos que se han ido quedando en el camino. Para aquellos que de una o más generaciones somos descendientes de Villavieja, toda pérdida de un familiar o amigo está unida inevitablemente con este pueblo, y en serio no sólo se me arruga el corazón sino que se me encoge todo cuando miro a un lado y a otro y empieza a haber huecos y se empiezan a notar ausencias, alguna de ellas muy dolorosas.

Pero en cualquiera de los casos tristeza de todo aquel, y esto nos ha pasado a todos, que las circunstancias le han obligado en un momento de su vida a hacer lo contrario de lo que hubiera deseado.


2. - Sentimiento de nostalgia

Nostalgia no confundida con tristeza.

Si somos capaces de hacer un pequeño esfuerzo mental y sentir esta nostalgia como añoranza aunque sea mezclada con algo de melancolía, experimentareis, como yo, una de las sensaciones más agradables que este pueblo nos puede hacer experimentar porque aunque esta nostalgia se pueda confundir igualmente con pena, no es más cierto que se añora aquello que se tiene, aunque sea en la lejanía, se siente nostalgia de aquello que se quiere y se tiene. Aquello que no se tiende sólo se puede recordar.

La misma nostalgia que experimentaba aquel chaval que desde mi lugar de estudios, Ciudad Rodrigo, me hacia sentir la llegada del "fardel" todos los martes.

Aquel fardel que contenía una parte de la riqueza y exquisiteces culinarias del pueblo, que olía a ropa limpia pero que sobre todo desprendía aromas de Villavieja.

Nostalgia mezclada con libertad como la que muchos de vosotros, al marchar al extranjero encontrasteis en otros países. Reconozco que ha debido de ser muy duro y difícil abandonar no sólo tu pueblo sino tu país donde además de perder el contacto con los seres queridos os encontrasteis con la mayor dificultad que para todo ser humano existe que es la dificultad para expresarse la imposibilidad de haceros entender sin embargo, al menos encontrasteis la libertad suficiente y necesaria para poder soportar esa lejanía.

Pero nostalgia también de todos los que os quedasteis con la intranquilidad de desconocer vuestro futuro si es que este existía, ahora hemos visto que sí, y que al contrario de lo que sentíamos los demás sentías añoranza y nostalgia por los que marchamos.

Nostalgia mezclada con el recuerdo de estos lugares, como la que se siente cuando nos encontramos con otros paisanos allí donde vivimos. Os puedo asegurar que, en mi relación con Villavieja, hay pocas sensaciones más agradables que esos momentos.

Pero siempre, os repito, nostalgia como sentimiento agradable, nostalgia que muchas veces nos hace idealizar hechos y lugares de este pueblo y en definitiva nostalgia no como sentimiento de pena o de melancolía sino como añoranza y deseo de reencontrarnos de nuevo aquí.

3. - Sentimiento de Alegría

Y una vez en Villavieja, sentimiento de alegría.

Sentimiento que, quizás por los momentos personales que actualmente estoy viviendo, ha sido el más difícil de plasmar en un papel.

Sería capaz de estar hablando horas y horas de las manifestaciones de alegría que me sugiere Villavieja, porque la alegría está en todos y cada uno de sus rincones.

Ya es alegre el simple hecho de acercarse aquí, quién no se ha sentido alegre y más y más contento a medida que se acerca a Villavieja, alegría más intensa cuanto más lejos resides, quién no ha sentido alegría cuando se acerca por el Barrero, por el Sierro, por la trincheras.....

Alegría en la gente.

Hay un dicho popular que dice ... "quién de lejos lo parece de cerca lo es.." pues bien yo no conozco a nadie en este pueblo que desde lejos se vea que puede estar enfadado con el mundo que tenga cara de "cabreo" y esto es porque salvo raras excepciones que no vale la pena mencionar aquí la gente es alegre por naturaleza.

Alegría en sus lugares

Mirar, cuando se hace una encuesta sobre los gustos de la gente, sobre los lugares preferidos por unos y por otros para pasar unos días de vacaciones o incluso sólo unos días de descanso, siempre se plantea una dualidad o mar o montaña.

Pues yo digo no, ni mar ni montaña, ni agua ni nieve, yo prefiero la tierra llana y seca de Castilla, yo digo tierras de Villavieja.

Habrá lugares más vistosos, de mayor colorido, que estén en más alto o que estén más en valle pero si unimos los aspectos pictóricos a los asuntos emocionales, ¿alguno de vosotros conoce algún lugar más hermoso, de un aspecto y circunstancia tal que sea capaz de infundir más alegría que estos lugares?, claro que no, porque no existe.

Alegría en sus fiestas

Claro que todas las fiestas son alegres, pero es que las de aquí son especiales.

Ninguna fiesta mejor entre todos los alrededores que las de Agosto, ninguna fiesta más alegre más divertida ni de más ambiente que la que dentro de pocos días celebramos.

Pero además, ninguna fiesta en el mundo más entrañable que Nochevieja en Villavieja , como dice la canción.

Ah!! Por si no tengo otro momento mejor sirva este pregón como también momento de manifestación de alegría reivindicativa y pido al Ayuntamiento que una fiesta como esa, fiesta del pueblo aunque sufragada por los padres de los quintos, pase a ser fiesta grande de Villavieja , que ya lo es, pero soportada por el pueblo.

Alegría en sus canciones

Si una canción es quizás una de las manifestaciones externas más claras de la alegría de los pueblos, no existe lugar en el mundo donde, por lo menos hasta ahora, de cada hecho ya sea transcendente, curioso, insignificante o incluso satírico no se haya contado al mundo mediante una canción.

No es el momento de recordar todas las canciones que hablan o dicen de Villavieja pero si tenéis curiosidad haced un poco de memoria e intentar recordar que hecho no se ha cantado en este pueblo, si hasta los que estamos por ahí comentamos:"...... si se enteran de esto en mi pueblo me sacan cantares....."


4.- Sentimientos de rabia y de impotencia

Rabia por el abandono al que todos los pueblos de Castilla, en general, y nuestro pueblo en particular, se ha visto sometido.

Nadie, ni antes en épocas más complicadas y difíciles para casi todos, ni ahora en unos momentos de mayor libertad, se ha preocupado de aportar algo que realmente permita a estos lugares vivir y crecer con posibilidades reales de futuro, si acaso nos conceden alguna subvención que "tapa agujeros" pero que al final remedian poco.

Y no nos engañemos, en el aspecto de abandono de estos pueblos, las situaciones son las mismas, sino ¿alguno de vosotros me sabe indicar la diferencia que existe en el hecho de que hace algunos años no fructificara la creación de una cooperativa de curtido que hubiera generado futuro, riqueza y prosperidad a la ausencia en estos momentos, por ejemplo, de una asociación o cooperativa de agricultores o la falta de un taller de cantería?.

Y nadie me podrá indicar diferencias sustanciales y de fondo porque en ambos casos, y repito en épocas aparentemente tan diferentes, las causas son las mismas, nadie, con poder, permitirá que iniciativas del pueblo llano prosperen porque perdería el control sobre ellas y esto no se lo pueden permitir.

Y las consecuencias también son las mismas, se acabó, salvo para algunos nostálgicos la industria del curtido, se acabó, y creo que definitivamente la cantería, (¿Qué fue de aquellos famosos canteros de Villavieja? De los que todos alguna vez hemos presumido.) y se acabará, si nosotros no lo remediamos, la agricultura.

Por favor que nadie se confunda todos estos hechos se repiten porque los centros de poder no han variado y que nadie venga a decirnos que las gentes de Castilla somos conformistas, poco emprendedores y escasamente reivindicativos, lo que ocurre es que nadie nos han permitido ser otra cosa.

Rabia futurista porque se me ocurre que cualquier día, en aras de una ecología y una protección medioambiental mal entendida, y a este pueblo que alguna vez se manifestó contra los cementerios nucleares de la Arribes será bastante fácil convencernos, nos venderán la energía ecologista, la energía alternativa, la energía limpia y que preserva el Medioambiente, y ofrecerá al Ayuntamiento dinero y hipotéticas mejoras y un futuro próspero y sin preocupaciones de presupuesto a cambio de instalar aerogeneradores, esos molinos que vemos por todos los montes de España y que nada tienen que ver con Don Quijote.

Molinos que colocarán, se me ocurre, en el Sierro o en la Brezosa y repito de nuevo, no nos engañemos si la gestión de estas instalaciones no depende del propio Ayuntamiento, como así sería deseable, sino de las Grandes Compañías Eléctricas, estaremos en la misma situación de siempre, dependeremos de los mismos, aquellos que primero impidieron que continuara el negocio del curtido o que más tarde han permitido que la cantería desaparezca y que impedirán que prospere la agricultura...

Rabia mezclada con impotencia de ver que, en definitiva, siempre son los mismos quienes deciden por nosotros y de que estos lugares vamos sobreviviendo de situaciones coyunturales, antes una actividad minera que algunos les interesaba, y que cerró cuando a ellos le interesó, después el negocio de la construcción, y mañana que..... y rabia porque , a pesar de mi profesión, si las situaciones de fondo no cambian, prefiero que en el Sierro o en la Brezosa haya encinas en lugar de molinos de viento.

5.- Sentimiento de Esperanza.

A pesar de la cruda realidad indicada anteriormente, sobre todo y siempre, Villavieja inspira esperanza sobre todo esperanza y futuro.

Porque a pesar de las enormes dificultades y la multitud de trabas que entre unos y otros nos han ido poniendo este pueblo continuará porque existe futuro para este pueblo y porque aunque individualmente no experimentemos nada, todos y cada uno de nosotros y siempre dentro de nuestras posibilidades estamos haciendo cosas unas veces más sencillas y otras más complejas para que Villavieja avance.

Ilusión y esperanza y no sólo porque a estos pueblos sólo nos quede el deseo de que las circunstancias cambien y no tanto la esperanza en que aquellos que tienen capacidad y poder de decisión decidan cambiar el rumbo de estos lugares, porque cuando lo hagan será para su propio provecho, sino por que tenemos que tener el convencimiento de que las cosas cambiarán porque todos los que estamos aquí queremos y podemos cambiarlas.

Porque tengo la seguridad de que si se cotizan las construcciones de granito, si en otros lugares la industria de la piedra, natural o artificial es próspera, y si nosotros tenemos la materia prima como son las peñas de la dehesa, algún día a alguien se le ocurrirá la idea, si la iniciativa parte de la Administración Pública mejor, que si aquí hemos tenido los mejores canteros del país porqué no podemos tener una actividad de la piedra envidiable.

Porque, quizás, también a otros animados e impulsados por los primeros se les ocurra que ¿porqué no poder de nuevo en pié las tenerías? Y volver a vivir y sentir aquel olor raro, extraño que desprendía la industria del curtido y así poder pregonar con orgullo que en nuestro pueblo tenemos una calle donde existen tenerías y no una calle que recuerda que en Villavieja una vez existieron tenerías.

O, quizás mejor, todos los que en Villavieja viven de la agricultura tengan la ocurrencia de que asociándose o formando cooperativas se pueden conseguir infinidad de mejoras.

La misma esperanza e ilusión que nos hace vivir y levantarnos cada día con el deseo de que hoy sea mejor que ayer.

Si nuestro pueblo, ha sido capaz de sobrevivir y vencer la dificultad que para un lugar como éste supone no estar en medio de nada, de no ser paso para nada, hay que venir a Villavieja porque nada pasa por Villavieja, seguro que será capaz de seguir viviendo.

Como veis he repetido machaconamente la palabra esperanza, pero es que no es posible entender este pueblo sino es así, porque me niego a creer que la gente mayor y no tan mayor construye aquí su casa, y mirar que hay casas nuevas en este pueblo, para terminar y pasar aquí los últimos años de su vida, la gente viene y vive aquí por que este pueblo le proporciona algo que no puede ser otra cosa que ilusión y esperanza de un futuro mejor.

Ya para terminar quisiera transmitir mi agradecimiento al Pueblo de Villavieja que a través de la petición del alcalde, me habéis permitido expresar lo que siento.

Sentimientos que me han acompañado y me acompañarán a lo largo de mi vida y que se han manifestado y los he experimentado de muy diferentes formas, bien porque las circunstancias coyunturales así lo han provocado, bien porque con edad diferente, lógicamente se siente diferente pero sobre todo porque Villavieja está viva y hace que los mismos sentimientos se manifiesten de forma diferente cada vez.

Estas breves palabras escritas en aeropuertos, aviones, trenes y estaciones de ferrocarril y que posiblemente tengan enormes defectos lingüísticos y que en algunos casos puedan incluso confundir los sentimientos con sensaciones y estados de ánimo, y que como podéis imaginar, en los pocos días que llevo de vacaciones, las he repasado muchas veces han supuesto, para mi, una enorme alegría al comprobar que todo lo que aquí he escrito y contado no son sólo palabras entrelazadas con más o menos sentido sino que son la realidad de este lugar, pues Villavieja más que sus historia, más que sus gentes y más que sus esfuerzos y trabajos por sobrevivir, VILLAVIEJA ES AQUELLO QUE VILLAVIEJA NOS HACE SENTIR, PORQUE VILLAVIEJA ES SENTIMIENTO.

-Muchas gracias y felices fiestas.

14 de febrero de 2006

Pregón de Fiestas, 1996

VILLAVIEJA DE YELTES
FERIAS Y FIESTAS 1996
PREGÓN
JOSÉ MATEO ESTÉVEZ MATEOS


Sr. Alcalde, autoridades, familiares, vecinos, amigos y amigas:

Hubiera preferido estas ferias haberme diluido una vez más en la corriente festiva de despreocupados celebrantes, pero me habéis escogido para pregonaros algo que todos vosotros conocéis perfectamente y aquí me tenéis, de esta guisa, agobiado por la corbata, sudando bajo el traje de las ceremonias importantes, aceptando el envite humildemente y, por qué no decirlo, sintiéndome enormemente feliz y halagado con el alto honor que me dispensáis al hacerme protagonista de este acto que desearía sirviera de pórtico a las Ferias, arco de flores donde poder tejer el cordón de la amistad con las cintas de la concordia, el amor y la tolerancia.

Desde que aprendí a leer y a escribir -fue precisamente en este mismo solar que ahora nos alberga, abrigado con otras vestiduras más modestas, bien es cierto- me he sentido atraído por las palabras. Pero cuando se trata de hablar de lo que se quiere, cuando las palabras redondas y compactas -pueblo, origen, raíces, familia, fiesta- intentan afluir a la boca, a mi entrenada boca por las diarias actividades escolares, se llenan de aristas y se van entreteniendo por los vericuetos del corazón, anudándose finalmente en la garganta, negándose en ocasiones a salir rotundas e importantes.

Disculpadme pues, si las palabras que vais a escuchar en los próximos minutos, juntadas a golpes de sentimientos e incertitudes, no tienen la enjundia ni la belleza que esperabais. Pero os aseguro que estarán pronunciadas con amor, desde el corazón, con la verdad profunda del que habla de lo suyo a los suyos.

Porque... estoy aquí esta noche porque soy de aquí, soy vuestro, soy un producto de esta tierra a la que estoy profundamente apegado. En esta Villa nací, en ella viven mis padres y en su suelo están enterrados mis abuelos.

Cuando recibí el encargo de pregonar nuestras fiestas, de pregonar Villavieja en definitiva, estuve reflexionando largo tiempo qué representaba Villavieja para mí, cuáles eran las circunstancias que lo hacen diferente del resto de los pueblos. Recurrí a los libros y del Diccionario Geográfico de Pascual Madoz, publicado en 1850, regogí el artículo que os resumo:

VILLAVIEJA.- Villa con ayuntamiento en la provincia de Salamanca (18 leguas), partido judicial de Vitigudino (5 l.), diócesis de Ciudad Rodrigo (8 l.)...
Situada en un llano a una legua escasa del río Yeltes: goza de clima benigno y propenso a tercianas. Tiene 250 casas de 5 a 8 varas de altura y mala distribución interior, calles malas e irregulares; una escuela de instrucción primaria; casa municipal con cárcel, iglesia parroquial, dos ermitas y un cementerio bien situado...
...Confina el término por el N, con el de Pedro Álvaro; E, el río Yeltes; S, Santidad y Hernandinos y O, Bogajo; pasa el río expresado de S a E dividiendo el término de los confines ya dichos; interrumpe su curso en el verano y queda el pueblo a la izquierda; hay además varios manantiales y charcas de cuyas aguas usan los vecinos.
El terreno participa de monte y llano, es todo de secano y poco fértil con algún arbolado de encina y roble y algunos huertos. Los caminos son locales y malos...
Producción: trigo, centeno, algarrobas y legumbres; hay ganado lanar, vacuno, cabrío y de cerda y caza menor.
Industria: hay una fábrica de curtidos y varios telares de lienzos.
Población: 289 vecinos, 1.200 almas.
Riqueza producción: 899.166 reales. Impuestos: 44.658 reales. El presupuesto municipal asciende a 10.000 reales y se cubren con el producto de los pastos y la bellota y el déficit por reparto vecinal...
El rey D. Felipe II dio a esta población el título de villa y otros privilegios.

A tenor de la farragosa enumeración anterior, el cura, boticario, médico o maestro que proporcionó los datos a D. Pascual Madoz no era natural de Villavieja. ¡Qué frialdad en la descripción! ¡Qué falta de pasión! No hay más que dos términos aparentemente positivos: la benignidad del clima matizada, eso sí, por la propensión a las fiebres tercianas y la buena situación del cementerio, supongo que por su lejanía del centro de la población. Lo demás; adjetivos negativos: malas casa, calles malas. Terreno poco fértil y escasamente arbolado. Caminos malos... Menciona, como de pasada, nuestro espléndido templo sin decir, como afirma Emilio Píriz, que es uno de los más bellos ejemplos del gótico rural salmantino. Habla de nuestro río de forma totalmente plana, sin citar la finura de sus aguas ni la excelencia de sus peces. Cita fuentes y manantiales sin alabar las graníticas estructuras de medio punto que las cobijan. En fin, pasa sobre nuestros campos sin apreciar sus valles y quebradas, sus centenarias encinas, sus nudosos robles, los chopos de las riberas, los álamos -¡ay!, ya muertos- de los regatos.

Y ante la lectura de esta reseña, escrita sin duda desde la razón geográfico estadística, se me rebeló el corazón. Cerré el libro del insigne D. Pascual y acudió a mi mente la copla de Ginés, el pastor casi anónimo que, a golpe de gaita y tamboril cantaba:
"Villavieja, Villavieja
Qué mal nombre te pusieron;
los edificios que tienes
dispuestos a lo moderno..."
Y de pronto, ¡la luz se me hizo! Las señas de identidad que había estado buscando se me aparecieron en toda su claridad.

Porque...


"Villavieja es CANTAR, en cualquier sitio y a cualquier hora", según la definición de un chico joven que teniendo una íntima relación con la villa, nos contempla un poco desde fuera.

En efecto, pensé, en lugar de contaros Villavieja, voy a CANTÁROSLA. No, no temáis, no voy a cantar en sentido estricto; voy a recordaros las letras de nuestros romances y cantares, nuestras tradiciones -algunas de ellas desgraciadamente perdidas para siempre- transmitidas por vía oral de generación en generación y que constituyen la base sólida en la que se asienta la cultura popular que, al decir de Antonio Machado, desdoblado en Juan de Mairena, "es la cultura viva y creadora de un pueblo de quien hay mucho que aprender, para poder luego enseñar bien a las clases adineradas".

Recordaba antes la copla de Ginés y lo denominaba casi anónimo autor. Sucede que hoy, cuando cantamos ésta u otras coplas, no nos acordamos de quién o quiénes las han escrito, porque decía también Machado en boca de su criatura literaria que "la verdadera poesía la hace el pueblo. Entendámonos; la hace alguien que no sabemos quien es o que, en último término, podemos ignorar quien sea, sin el menor detrimento de la poesía"

Aquí, en Villavieja, además del ya citado Ginés, recordamos a José el de Peralejos.
"...que es el que trae los cacharros
y nos sacó los cantares
de la vaca Mandilona
'pa' matarla en carnavales..."
A D. Saturnino Galache, que siendo un autor culto como lo demuestran algunas de sus composiciones, "reniega" (entre comillas) de su formación académica y dirigiéndose en Ciudad Rodrigo a sus:
"Camaradas de vida metódica
que vivís requemando el cerebro
con arduas problemas
de sabios maestros...
los llama, casi los insulta:
"...Ciudadanos de vida cansina
que tenéis el espíritu enteco
encerrado en un cuerpo canijo
gastado y anémico..."
y los invita:
"Venid a mi pueblo.
Villa charra que llámanla vieja
con ser el más nuevo
de los cortos y humildes lugares
que figuran en el Abadengo..."
Después de cantar las excelencias de la vida pueblerina, bucólicas imágenes pastoriles, amaneceres y ocasos encendidos, lances de caza menor, encierros de reses bravas en el campo, meriendas salutíferas de leche recién ordeñada y tras reconvenir duramente a aquellos que, en busca de placeres mundanos y de los bienes terrenales, reniegan de su terruño y sus orígenes, afirma con rotundidad:
"Yo no quiero ganar mucha plata,
yo no quiero salir de mi pueblo.
De mi pueblo, solar de Castilla,
tranquilo y sereno..."

Está también, afortunadamente todavía entre nosotros, Juan Ignacio Barco, memoria viva de la tradición, voz templada e ingenio despierto de cuya facundia versificadora han salido joyas tan brillantes y conocidas como el Himno de Villavieja", ese "Villavieja de mi amor..." que mañana, con una sola voz y con el corazón pugnando por salir con las palabras, cantaremos todos ante la Virgen. O esa otra "Guía de Villavieja" que mi padre sabe de memoria y que tantas veces ha recitado con pasión desde que la estrenara en aquel lejano año del 42. Se trata de 96 apretados y apasionados octosílabos que quisiera contraponer a las frías palabras de Madoz.

Donde éste dice: "Calles malas e irregulares.."
Juan Ignacio pregona:
"Villavieja, la de calles
limpias y bien aceradas..."
o bien:
"Villavieja, que ha nacido
en tu corazón su plaza.
Que es la mejor del partido
La más bonita, más amplia..."
Cuando Madoz nombra simplemente el río, J. Ignacio lo adjetiva:
"...río que sereno envía
al Duero sus claras aguas..."
El terreno poco fértil y con poco arbolado se convierte en:
"Villavieja, forestal
con sus dehesas y cañadas;
tres hojas para labrar
y las tres con arbolada.
De encina y roble es el monte
que todo el término abraza;
chopos y álamos se esconden
en las más hondas quebradas..."
Los anodinos datos sobre producción se plasman en los versos:
"Villavieja, labradora
la de las costumbres sanas
Industrial y ganadera
Orgullo de Salamanca.
Por tus toros eres grande
Por tu industria renombrada..."
Y más adelante:
"La que elaboras el queso,
la que produces la lana..."
Y en otra estrofa:
"Villavieja de la piedra
que a Salamanca la manda
para sus largas aceras,
cimientos, gradas y plazas..."
Madoz ha contado los vecinos y las almas; Juan Ignacio nos muestra el alma de los vecinos:
"Villavieja, la que encierra
una juventud bizarra
la que alegra en estas tierras
todas las fiestas cercanas.
¿Y qué decir de tus mozas?
¿Y cómo poder nombrarlas?
Son sencillas, hacendosas
y mujeres de su casa."
Finalmente Madoz nos cuenta que Felipe II le otorgó el título de villa lo que da pie a nuestro poeta para femeneizar la descripción:
"...pero aún todavía me falta
decir que eres la más grande,
la más noble, la más charra
de todos estos lugares
del suelo de Salamanca."

Pero en Villavieja se cantan y se recitan más cosas, o mejor, se cantaban. Algunas siguen vivas en la memoria individual y colectiva del pueblo y cíclicamente, en determinadas celebraciones reaparecen con fuerza renovada. Otras, ya desaparecidas están siendo felizmente recuperadas por un grupo de personas entusiastas a quienes habéis tenido ocasión de escuchar recientemente y que incluso han grabado un disco con villancicos populares. No me puedo sustraer a la tentación de citar entre estas personas al Alcalde, por la importancia que tiene el que las instituciones se impliquen activamente en la recuperación de la cultura popular y, naturalmente, a mis padres, por el cariño que les profeso y por todo lo que me han enseñado de cuanto os estoy contando.

Pero retomemos el hilo. Vamos a remontarnos, a caballo entre los siglos pasado y presente, a un mes de octubre de cualquier año. Los mozos labriegos han gozado de unas merecidas fiestas en periodo de cierta holganza; Francia en Fuenteliante; El Cristo en Bañobárez; La Ofrenda de Villares. Algunos, los más ricos, se han alargado hasta Salamanca y pagado cuatro pesetas por ver a Mazzantini y a Guerrita estoquear seis toros del Duque de Veragua. Entre fiesta y fiesta, la quema de los rastrojos y el estercado de los campos conducen ineludiblemente a la gran faena de otoño: la sementera y con ella la arada. de esta faena surge uno de los cantos más charrunos y de más arraigo por estas tierras. Era raro el gañán que no cantaba a pulmón suelto mientras estaba arando. Y lo hacían en una cuerdo muy alta, según explica D. Dámaso Ledesma en su "Cancionero Salmantino", llegando a adquirir fama de buen cantor "el que más levanta voz y hace más caídas o floreos" El carácter de estas bellísimas canciones es melancólico. Su cadencia guarda perfecta armonía con el paso cansino y perezoso de los bueyes:
"Al compás de los bueyes
van los gañanes.
¡Mira qué paso llevan,
los holgazanes!"
Las letras siempre hacen referencia a los animales y a sus aparejos:
"Esquilones de plata,
bueyes rumbones,
¡esas sí que son señas
de labradores!
O su variante que se cantaba también en la acarrea:
"Esquilones de plata,
los bueyes rojos,
los que sacan el carro
de los rastrojos"
Se alude, del mismo modo a los instrumentos y herramientas:
"Creí que era de oro
la tu mancera.
Creí que era de oro
y es de madera"
Por otra parte, los gañanes charros tenían a gala echar la pardala que consistía, en palabras de D. Saturnino Galache, en "unir una tierra ya arada con la siguiente mediante un surco recto, atrochando el labrantío" El mismo autor recoge una tonadilla amorosa que hace referencia a esta costumbre:
"Voy a señalar el suelo
con una linda pardala
que en lo derecho se iguala
a la raya de tu pelo"
Y probablemente relacionado con esto encontramos ese alarde y condición de buen labrador que la moza exige a su pretendiente para acceder al casorio:
"Si echas el surco derecho
a mi ventana,
labrador de mis padres
serás mañana..."

Acabada la sementera, las labores en el campo eran escasas y la gente se aprestaba a pasar el crudo invierno.

Pero en Villavieja, en la época de que hablamos, no sólo existen mozos labriegos, hay también otro grupo importante de producción como son los curtidores y zapateros. El 25 de octubre se celebraba el primero de los "Santiños de gorra": San Crispín, patrono de los zapateros. Los curtidores festejaban a San Tirso el 28 de enero. Con el correr de los tiempos ambas fechas se unificaron en la primera. No conozco específicamente ninguna canción relacionada con San Crispín y su patronazgo, lo que si recuerdo es una imagen del mismo en la ermita del Santo -de San Sebastián- portando en la mano derecha un corvillo o tranchete, especie de cuchillo curvo que utilizaban zapateros y curtidores para cortar el cuero.

Es de suponer que, a lo largo de este día festivo, los celebrantes, todos hombres, marcharían por bares y tabernas y allí entonarían los cantos y tonadas que no se podían cantar en publico y que podemos calificar como pícaras o tabernarias. Porque no todo es romanticismo y amores bucólicos en la poesía popular. Encontramos una coplilla en la que el mozo solicita favores de la moza en los términos siguientes:
"Por un beso que te di
lloraba tu madre un día,
ahora dame tu a mí veinte
a ver si llora la mía."
Y en la idea de que los besos son inofensivos para las mujeres y sin embargo aplacan la sed de los hombres, encontramos otra que dice:
"Por un beso ni por dos,
ni por veinte ni por ciento,
la mujer no pierde nada
y el hombre queda contento."
Hay, no obstante, autores populares que van mucho más allá y juegan con las palabras, con el doble sentido de las mismas y la ambigüedad y los malentendidos producen risa en el auditorio. Así, por ejemplo, encontramos una copla:
"Todas las mujeres tienen
en la barriga un lunar
y un poquito más abajo
la raya de Portugal"
O aquella otra:
"Ahora sí que estamos bien
Tu preñada y yo en la cárcel
Tu no tienes quien te meta
Yo no tengo quien me saque"
Y esta un poquito más atrevida:
"Qué polvo tiene el camino,
qué polvo la carretera,
qué polvo tiene el molino...
podéis imaginar el verso que sigue...

Y hablando de molineras. En toda la poesía popular, en el propio romancero español, encontramos bastantes ejemplos de cómo estas mujeres son consideradas ligeras o fáciles de abordar. Un poco pendones, vaya. Esto quizás sea debido a su contacto con los hombres en lugares solitarios y alejados de las poblaciones mientras sus maridos o sus padres no estaban presentes. En cualquier caso encontramos bastantes tonadas y cantares relacionados con molineras. Por ejemplo, aquella que dice:
"Vengo de moler, morena
de los molinos de arriba..."
y sigue:
"...de los molinos de abajo"
y continúa:
"...de los molinos del medio"
y termina:
"...de los molinos azules"
y en todos los casos el individuo corteja a las molineras y éstas no le cobran la maquila, el trabajo, duermen con él ante la total ignorancia de los molineros. Es de suponer que el cantar generaliza y que todas las molineras no serían iguales. Llega hasta tal punto la fama de las molineras que cuando una moza quiere reivindicar su pureza, su forma de actuar distinta de la de ellas, establece una comparación en términos negativos:
"Yo no soy molinera, no
yo no soy cadena de amor".
Además de la fama de ligeras y descocadas, las molineras arrastran también otro baldón: son ladronas y déspotas. Recordamos:
"Gasta la molinera
ricos pendientes
de la harina que roba
a los clientes"
¡Y cómo trata a su marido!:
"Gasta la molinera
ricos zapatos
y al pobre molinero
lo trae descalzo"

Pero no podemos asegurar y menos pretender que fueran sólo curtidores y zapateros quienes cantaran estas canciones en sus noches de ronda o en sus días festivos. Es de suponer que todos los demás mozos -lo que no hace el vino la hacen las bellotas- lo hicieran y no solamente de este tipo sino que hay otro grupo de canciones que denominamos coplas de escarnio que critican y satirizan deslices, conflictos, desamores, casorios de viejos con mozas, crímenes pasionales, etc. En este tipo de coplas las mujeres no salen muy bien paradas y es curioso porque si hacemos caso a D. Saturnino Galache en el poema "Las Garroberas", las más mordaces, las lenguas más afiladas en la crítica eran, precisamente, otras mujeres quienes, cuando regresaban de coger algarrobas:
"Enlazadas del brazo, en cuadrilla
con pie tardo y la faz reidora"
iban:
"Voceando ladinos cantares,
que censuran, de aquellos lugares
los escándalos de última hora"
De estas implacables y satíricas mujeres dice el cura rimador para prevenir a quien osare meterse con ellas:
"Te diré, porque el ímpetu ablandes
que ellas fueron los críticos duros
que lanzaron los dardos agudos
a la infiel "Montaraza de Grandes"
Las que lanzan el reto a la cara
y rimaron con estrofa candente
la toná del Torrino en la Fuente
La del tío Vicente
La Martina, Cachucha y la Clara"
Recordamos alguno de estos dardos afilados:
"Anda Pelayona
eres una golfa
en todo Boadilla
como tú no hay otra"
y volvemos con el anda:
"Anda Torrina
mala mujer
por culpa tuya
me eché a perder"
Hay un elemento común a todas ellas: ese "anda" acusador que lo volvemos a encontrar en:
"Anda, Saturnina
anda, mala charra
que desacreditas
al pueblo de Boada"

Tampoco están muy bien vistos los matrimonios entre viejos viudos y mozas jóvenes. Así, encontramos la copla que critica:
"¿De qué le sirve a Martín
haber comprao los pregones,
si a la entrada del lugar
le tocan los esquilones?
La pobre Florencia
cómo había de dar
que en un burro viejo
la iban a montar."
Las madres de las mozas que han de casar o que son requeridas por viudos, aunque éstos sean ricos, temen las críticas populares como apreciamos en la siguiente. Dice la madre:
"Pero temo y el qué dirán
que una madre de tal fachenda
ponga su prenda
en viejo vasal"

Otro de los temas preferidos de los autores populares es el de las madres solteras, mozas que, si hacemos caso de las coplas, eran bastante volubles en asuntos de amores, De esta forma casi nunca conocemos al padre de la criatura:
"Unos dicen que es del amo
otros que del mayoral
y el vaquerito les dice:
¡Sabe dios de quién será!
O esta otra:
La Lola de Barbadillo
tiene un chiquillo
¿de quién será?
-No es del cura, ni del fraile
que es del alcalde
de Quejigal.
¡Con la Iglesia hemos topado! ¡Y con la autoridad municipal! Porque las coplas de sátira no sólo van dirigidas a las mozas, sino también a todo el vecindario, y ¡cómo no!, al alcalde y al cura, máximas autoridades en el pueblo. Las coplas de peor intención van, generalmente, dedicadas a los curas y en ellas se pone en entredicho su castidad:
"El cura le dice al ama:
¡échate a los pies, cordera!
El ama se equivocó
y se echó a la cabecera."
La pretendida rijosidad de los eclesiásticos queda patente en la siguiente copla:
"A la lumbre y al fraile
no hay que hurgarle
porque la lumbre se apaga
y el fraile arde."
También se ponen en tela de juicio las amas de los curas:
"¿Para qué quiere el cura
perra de caza
si la liebre que pilla
la tiene en casa?"
Asimismo son objeto de las críticas populares los conflictos de pareja ocasionados por relaciones o matrimonios no consentidos por las familias de los novios:
"Montejo y la Esperabé
pudiendo dormir en cuna
han tenido que dormir
en una cuadra con pulgas."
A veces se recrimina a una moza el no querer a un pretendiente aceptado o elegido por la familia:
"María Antonia, tú estás loca
tú no sabes lo que has hecho,
despreciar a un primo hermano
por querer a un forastero."
Y si ha habido un desliz, hay que pagarlo:
"Sindo le dice a su madre:
madre me voy a casar,
de cuatro novias que tengo
tres están 'embarazás'..."
En el grupo de coplas satíricas, finalmente podemos incluir aquellas que relatan crímenes, generalmente pasionales. Recuerdo especialmente dos:
"La poca vergüenza
de la Montaraza
que mató al marido
con la 'porricacha'."
y:



"A la salida del baile
me la tienes que pagar
Te he de cortar la cabeza
y la mano principal."

Estoy seguro de que todos vosotros conocéis muchas más coplas de esta índole y no es mi pretensión -tampoco es el momento ni el lugar- el establecer un catálogo general de las mismas.

Dejemos a los mozos y "garroberas" con sus cantares y sigamos avanzando en el tiempo.

Llega la Navidad. Una tierra que canta como la nuestra no podía prescindir de los villancicos:
"Madre, a la puerta hay un niño
más hermoso que el sol bello
Pobrecito, tiene frío
el pobrecito está en cueros
Pues dile que entre, se calentará
porque en este mundo ya no hay caridad"
Y concluye el autor con una rima poco halagüeña para el género humano:
"ni nunca la ha habido
ni nunca la habrá."

El rigor invernal de nuestros campos ha producido una especialidad chacinera navideña que ha trascendido ya los límites de nuestro humilde ámbito:
" 'Hacimos' la matanza,
se va curando sin novedad,
Ya del techo se alcanzan
'charafallos' 'pa' poder asar"


Por estas fechas la fecundidad creativa de Juan Ignacio nos deleitaba igualmente con los cantares de los quintos. Todos los que habéis celebrado la función, recordaréis seguramente con nostalgia aquel cantar que os era propio y que en el contexto de la celebración del rito os hacía traspasar el umbral de la madurez. Yo quiero glosar solamente dos: aquel, imborrable en la memoria colectiva que dice:
"Nochevieja en Villavieja
tiene fama en la región
donde todos los quintos dejan
bien grabada su canción."
y, naturalmente, el mío. No porque lo sea sino porque me parece ilustrativo de la preocupación de su autor por reflejar el acontecer histórico del momento. En 1973 se produjo en el mundo uno de los hechos económicos que más lo convulsionaron: la crisis del petróleo. Pues bien, Juan Ignacio lo recoge en sus versos de la forma siguiente:
"Este año los quintos
contentos de gozo
el día de los mozos
a Villares van
Tienen gasolina,
allí hay mozas finas
cual Oriente Medio
las conquistarán.
Como ha coincidido
este año los quintos
con ese conflicto
internacional,
tenemos que pedir
'pal' petróleo, paz."
¿Se puede decir más claro?

Lo de la "mili" ya no se lleva, no "mola" como dicen los jóvenes. Incluso aseguran que se va a terminar - ¡y con ella la fiesta de los quintos!- A finales del siglo pasado no era el servicio militar lo que preocupaba a los habitantes de este lugar sino algo infinitamente peor: la guerra. D. Saturnino recoge esta preocupación por las levas de los quintos en una composición que titula "nubes pardas" de la que entresaco los versos:
"Son las palabras, saetas
son las canciones, lamentos
expresión de sentimientos
y remembranzas secretas.
Copiando voy los cantares
de esa guapa castellana
que despidió ayer mañana
al novio, llorando a mares.
y estas canciones que copia D. Saturnino las reconoceréis casi todos:
"Ya se van los quintos, madre,
ya se va mi corazón
ya se va el que me tiraba
chinitas por el balcón."
Inmediatamente se produce una confrontación en los grados del dolor ¿A quién le duele más, a las novias o a las madres? La copla nos saca de dudas:
"Las madres son las que lloran
que las mozas no lo sienten
Le quedan cuatro chavales
y con ellos se divierten."

Pero dejemos los asuntos tristes. Se estrena el año con enero. En la dehesas se celebran herraderos y tientas -algunas de ellas tan populares como las de Don Rogelio-. Los curtidores andan entre noques y rendidor. Los zapateros a sus zapatos. Los canteros cortando y abujardando piedra. Las mujerucas arrebujadas a la lumbre cuidando el puchero o haciendo calceta. Las mozas a por agua y amores a las fuentes, los mozos a sus escasas faenas en el labrantío y con el ganado y también a las fuentes a por amores...

Y todos esperando la primera fiesta. Amanece el 20 de enero: San Sebastián. Los hombres aprestan sus capas de paño bejarano y sus sombreros de fieltro. Las mujeres se ponen sus galas y acompañando al cura, acuden a la iglesia precedidos por el tamborilero que ataca los sones de una alborada.

Ya dentro de la iglesia entonan el canto, mitad himno guerrero, mitad plegaria, dedicado al centurión asaeteado. Recuerdo vagamente una enorme estatua -o al menos, desde mi pequeñez de monaguillo, a mí me lo parecía- cuyos ojos, suplicantes y moribundos contemplaba, no sin desasosiego, cuando, ayudando a Don Ramón, acudía a la ermita del Santo -¿por qué la vendieron?- para algún oficio. Allí estaba, sin peana, a ras del suelo, atado al árbol seco y acribillado a flechazos, impotente, el fuerte guerrero derrotado.

Quizás por eso el pueblo lo ha rehabilitado poniéndose bajo su protección y concediéndole todos los poderes imaginables, con estos versos:
"Pues tanto poder te dan
allá, en la región celeste,
protégenos de la peste
glorioso San Sebastián."
Y luego el agradecimiento por los favores recibidos:

"Siempre nos has protegido
con tu auxilio generoso
y este pueblo fervoroso
te amó siempre agradecido
y hoy, a tus plantas rendido,
te venera con afán;
presérvanos de la peste,
glorioso San Sebastián."

En el pórtico de febrero tienen lugar las fiestas de "febrerillo el loco" llamado así porque el campesino suele ver los primeros días de este mes como pregoneros climatológicos del año que comienza. En el pasado se utilizaban para hacer conjuros y ensalmos tendentes a obtener buenas cosechas e incrementar la fecundidad de los animales y de las personas:
"Los disantos de febrero:
el primero brigidero
el segundo candelero
y el tercero gargantero"

Estas fechas vienen marcadas por el inminente cambio de las estaciones. Su comportamiento climático indicará si el invierno sigue instalado en sus reales o si, por el contrario, se acerca la primavera con sus días más largos y sus temperaturas más soportables. Todo esto, que ha de incidir en las buenas o malas cosechas, queda reflejado en el refranero:
"Si hiela por San Blas,
hiela otros treinta días más"
"Por San Blas, cigüeña verás.
Si la vieres, año de bienes,
si no la vieres, año de nieves."
Otros dicen:
"si no la vieres, mal año tuvieres"
"Si la Candelaria plora (chora)
invierno fora"
Es decir, si llueve por la Candelaria, se acabó el invierno.

En Villavieja sólo se celebraban la Candelaria y San Blas, este último como el tercero de los "Santiños de gorra" de los que ya hemos hablado, y patrón de los canteros.

Las Candelas, o La Candelaria, tienen un origen mucho más antiguo. Algunos investigadores sostienen que se trata de la cristianización de las fiestas paganas de exaltación a la luz celebradas en la antigua Roma: La Lupercalia. El Papa Gelasio el año 496 sustituyó esta fiesta por otra dedicada a la celebración de la purificación de la Virgen María, pasado el ciclo de cuarenta días después del parto como prescribía la ley de Moisés. Se llama el día de las Candelas porque las mozas iban con velas a la iglesia, de ahí su identificación con la fiesta romana de la luz.

Según mandaba la ley del Señor se ofrecían dos palomas o tórtolas, una vela y un pan o torta, mientras las otras mozas entonaban estrofas que no suelen variar mucho de unos pueblos a otros.

En Villavieja se cantan aún, con una cadencia pausada, charruna:
"Día de la candelaria
el segundo de febrero
salió a misa de parida
María, madre del Verbo.
...
María, para ir a misa
dos palomitas llevó,
que se usaba en aquel tiempo
ofrecerlas al Señor.
...
Humíllate, sacerdote
como se humilló María,
con el niñito en los brazos
y una candela encendida."

Aún recuerdo en mi infancia cómo las palomas remontaban el vuelo y buscaban su libertad queriendo salir a través de las góticas ventanas de nuestra Capilla Mayor.

Entre febrero y marzo se celebran los carnavales. No voy a hablar aquí de su significación pagana ni de su posterior cristianización. Solamente recordar la copla que, de pequeño, oía por todas partes y que me producía un cierto estremecimiento, por aquello de lo prohibido, del misterio oculto tras la máscara:
"...Pero en cambio, el que sea soso y aburrido
a la calle no se debe presentar
porque viene un mascarulo decidido
le mete miedo y lo hace escapar..."
Luego, las coplas incitan a la bebida y a la juerga:
"...viva la jarra, viva la pinta
que es cosa linda el empinar.
Bebiendo suena más la guitarra
y así la orquesta podrá aguantar."
Aguantar ¿para qué? Pues para que mozos y mozas puedan bailar hasta altas horas en los salones de baile de la localidad, como regoge Ginés, el pastor:
"...Cuatro cafés a la moda
y tres salones de baile
entre ellos el de Pirolo
que bien lo conocerán
donde bailaban los mozos
los días de carnaval."

La llegada de San Juan implicaba para el hombre del campo el cambio de las faenas agrícolas. Pasados San Juan y San Pedro, entra de lleno el verano y los campesinos se preparaban para él. En estas fechas se contrataban segadores, criados y fundamentalmente pastores, por el periodo de un año. Al cambiar de amo lo denominaban "hacer San Pedro". No sé si es casualidad, tiene que ver con el ciclo o, sencillamente viene forzado por la rima, pero encontramos una copla que dice:
"Las ovejas son blancas
y el perro negro
y el pastor que las guarda
se llama Pedro."

Pero lo más importante que he encontrado en la poesía popular villaviejense relacionado con el ciclo de San Juan tiene que ver con dos aspectos muy ritualizados y que, desafortunadamente, se han perdido del todo. El primero es el de la tradición del ramo de San Juan. En esta noche, después de las hogueras, los mozos colocaban el ramo a las ventanas de sus novias, como señal de amores, como aviso para todos de que esa moza "está ocupada". Por los años 40, Juan Ignacio escribió una zarzuela llamada precisamente "El Ramo de San Juan" y que empieza con estos versos:
"La víspera de San Juan
los mocitos de esta villa
se dedican a cortar
hermosos ramos de guindas.
Hay que rondar
y a la reja (de) la novia
hay que irle a cantar."
Las novias conocen la tradición y la esperan con ilusión y alegría. Así cuando vienen acompañadas de la fuente por sus pretendientes, les piden que se vayan pronto porque tienen que madrugar:
"...par ver los hermosos ramos
que vuestras manos nos colocarán..."
Los que ponían los ramos se pasaban la noche entera vigilando para que no se los quitaran otros mozos. Así, ellas advierten:
"Mucho 'cuidao' con los mozos
porque, envidiosos, os quitarán
vuestros ramos de claveles
y de laureles, que cambiarán
por magarza y 'cañajeja'
que un olor deja
que trastornará."
Porque a las mozas que no estaban bien vistas en el pueblo, las feas, desgarbadas o antipáticas, se les ponía ramos de plantas o hierbas de olor y aspecto desagradable.
Ellos, seguros de su fuerza, les responden:
"A eso no hay quien se atreva
en toda juventud
y no habrá quien se mueva
ni a romper una luz"

Con las enramadas era inevitable la noche de ronda. Los mozos, en cuadrillas, recorrían el lugar cantando viejas canciones de entrañable sabor charro u otras compuestas por algún mozo poeta que solían ser de sátira, burla o ingenio. Recordamos "El telefonema", "Si seis perras traes..." y tantas otras. De la misma forma que era inevitable la ronda, también lo eran los enfrentamientos entre cuadrillas. Los mozos, al acabar de cantar, emitían un grito particular, semisalvaje, que llamaban el "jijeo" y que es una especie de reto del galán a sus rivales. Estos jijeos daban lugar con frecuencia a escenas violentas.
Los mozos de la zarzuela citada se despiden de sus novias:
"Adiós, muy buenas noches
tranquilas podéis marchar
que a esta cuadrilla de mozos
no habrá quien le diga 'na'.
Y si esos cuatro chavales
que suelen 'ajijear'
si a nuestro paso nos salen
a la cama correrán."

El segundo de los aspectos del ciclo de San Juan al que me refería antes, es el de la virtud salutífera que tiene el agua recogida esa noche para curar dolencias y sobre todo para embellecer las caras de las mozas. Hay varias canciones que aluden a esta cuestión pero resumiremos. En la citada composición zarzuelera se canta:
"...si venís solas o acompañadas
de la fuente de buscar
agua cristalina y pura
clara cual la luz del sol
al sereno, con la luna
y cogida con amor.
Agua que las penas quita
en medio de esta canción
vuelve las caras bonitas
y alegra hasta el corazón."
Otro cantar muy popular en Villavieja y que todavía suele oírse en los bares cuando los más que mozos -porque los mozos de hoy no cantan- vamos un poquito alegres:
"Dime, ¿dónde vas morena
a las tres de la mañana?
-Voy a la fuente del prado
a beber un vaso de agua
que me han dicho que es muy buena
beberla por la mañana..."
Porque, ya lo he dicho antes, los noviazgos y los amores se iban a buscar a las fuentes. Numerosos son los ejemplos. Mañana mismo cantaremos:
"En las tardes de verano
al toque de la oración
suben las mozas cantando
a por agua al Albercón.
Y los mozos, que del campo
a la Villa vuelven ya
dejan ir solo el ganado
cuando las oyen cantar."
O aquella otra:
"A orillas de una fuente
una zagala vi..."
Cuando las mozas tenían algún problema dejaban de acudir a los corrillos en torno a caños, lavaderos y fuentes:
"Ya no va la Sinda
a por agua a la fuente
ya no va la Sinda
ya no se divierte"
Aunque también se hacían las bodas de otras maneras:
"Apañando aceitunas
se hacen las bodas
la que no va a aceitunas
no se enamora."

Y hablando de bodas. No hay casorio charro que se precie en el que no se cnte "el Presente". Se trata, como su nombre indica, de un regalo en forma de cantar que los invitados hacían a los novios y a sus familias ensalzando la belleza de la novia y las buenas condiciones físicas y morales del novio. Después de solicitar licencia, que tienen que otorgar los padres de los contrayentes, los cantores, de pie, frente a la mesa principal y en el momento de los postres, proclamaban entre otras estrofas:
"La madrina es una rosa
el padrino es un clavel
la novia es una azucena
y el novio la va a coger."
En clara alusión a la pureza de la novia que ese día va a entregarse a su esposo.

Desgranadas en la canción las excelencias de los padres, padrinos, invitados, etc. el coro actuante solicita los regalos de la madrina para las mujeres y el puro para los hombres:
"Al descubrir el presente
del cestillo, no lo dudo
la madrina nos obsequie
y el padrino nos dé el puro."

Y al terminar el banquete un charro y una charra de los que bailaban "de soleta" se colocaban en torno a una mesa sobre la que reposaba una rosca. Empezando por la Escuadra, siguiendo con el Charro y terminando con el apoteosis del Fandango o vals, en el que el hombre parece que va queriendo coger bailando a la mujer, trenzaban los pasos, ante la admiración y algo de envidia de los invitados, del baile de la Rosca, el más celebrado por estas tierras.

Son innumerables los canteres relacionados con las faenas del verano; cantos de siega, de trilla, de acarrea. También encontramos muchos que ensalzan los trabajos realizados por las mujeres: riego de los linares, cernido de la harina,
"Cuando cierne mi madre
yo me enharino
'pa' que digan los mozos
que ya he cernido."
espadar el lino, vianderas, espigadoras, etc. etc...

Porque ya es tarde y tenemos que acabar, sintetizo ambos grupos en una composición de Juan Ignacio llamada "el Muelo" que reivindica, con un feminismo adelantado a su tiempo, las faenas que las mozas labradoras llevaban a cabo:
"Aprieta bien al desatar
la henchida boca del largo costal
que las zagalas, desencañando,
le desatan la cuerda
de un modo especial.
Son como hormigas
llevando espigas
demostrando que saben
ir a trabajar..."

Dejemos que los ecos de los cantares profanos se vayan apagando en calles y besanas y acerquémonos, poquito a poco, a la ermita de la Virgen de Caballeros. Todavía revolotean entre flores y velas las notas y versos que hoy, lunes, le habéis dedicado a la Madre:
"Debajo de tu manto
repara y verás
a esos hijos tuyos
que a tu lado están."
Y le habéis ofrecido, humildemente, lo que sabéis hacer: cantar. Cantos que, como dicen los versos, aunque valgan poco, salen de lo más profundo del alma y se renuevan, día tras día, a lo largo del novenario.

Mañana un grupo de chicas le ofrecerá sus mejores galas charras y los pasos cruzados de esa danza ancestral permanentemente renovada mientras el pueblo, vosotros, cantaréis a coro el ramo a la Virgen milagrosa que salvó al niño caído del alto balcón.

Dejad que yo también pague mi insignificante tributo de gratitud y, con cariño, dedique estos versos a la Perla Divina:
VÍSPERAS
¡Ya sale la Virgen!
y se eleva del pueblo el cantar
ya se oyen tañer las campanas,
pregones de bronce
que van a encontrar,
entre varas y velas los sueños
de una gente que empieza a rezar.
¡Ya baja la Virgen!
y la gaita se pone a sonar
y el compás del tambor la acompaña,
plegarias al viento
que van a buscar,
entre nubes de polvo y de voces,
a otra gente que empieza a esperar.
¡Ya llega la Virgen!
la espera y los sueños se van a encontrar
y se oye el batir de las palmas,
pregones alados
lo van a anunciar
confundiendo los llantos con risas,
a la gente que no pudo estar.
¡Ya está aquí la Virgen!
y el silencio se empieza a notar.
Ya las charras inician sus cruces,
plegarias de cintas,
que quieren trenzar
un cordón que nos ate bien fuerte
en torno a la Madre, reina del lugar.


Fijaos bien a vuestro alrededor. Los decorados donde se van a celebrar los distintos actos están plantados. la función a punto de empezar. El guión lo escribiréis vosotros: LA FERIA, rito mágico de participación y comunión colectiva permanentemente reiniciado y nunca concluido, aglutinando a los miembros de un pueblo más allá de todo diferencia personal e individual, en torno a su cultura, sus tradiciones, sus costumbres, su folklore en el más amplio sentido de la palabra. Procurad que la introducción sea brillante, el nudo gozoso y el desenlace feliz.

Permitidme una vez más y la última, que, siguiendo el consejo de D. Antonio Machado cuando dijo: "Si vais para poetas, cuidad vuestro folklore" me atreva a cumplir con el oficio que me habéis encomendado con estas palabras rimadas a la manera popular:
Queridos paisanos
declaro iniciado el estado de fiesta
desde esta tribuna que me cede el pueblo
¡Cantad a al Virgen!
¡Corred el encierro!
Que no se apague la copla
que no se mueran los versos
que no se pudran los aires
que vienen cargados de tomillo y brezo.
Que la mañana se rompa
al son del tamborilero
Gigantes y Cabezudos
asustando al muchacheo.
Y a la una de la tarde
al sonar el reloj suelto,
sujetad miedos y ayes
y a l corazón en el pecho
cuando pase la manada
arropada por cabestros.
Jugad a la calva,
aplaudid toreros,
bailad en la plaza,
reíd con los vuestros.
Oíd cómo choca en el muro
la tosca pelota de cuero
que vuela veloz como el rayo
golpeada por manos de hierro.
Bajad a la feria,
tomad un refresco,
montad en los coches,
comprad en los puestos.
Cantad, cantad por las calles
poned música al silencio
pero, ¡no alteréis la paz!
¡Alimentad el respeto!
Y el veintisiete de agosto
poneos el traje nuevo
y acompañad a la Madre,
Virgen de los Caballeros.
Paisanos, gritad conmigo,
os lo pide el pregonero:
¡Viva la Villa del Yeltes!
¡Viva nuestro charro pueblo!

José Mateo Estévez Mateos
Villavieja, agosto de 1996.