10 de febrero de 2014

El timo del entierro

El timo del entierro que también era conocido en otros países como estafa española, consiste en hacer creer a una persona que hay un tesoro escondido en algún lugar y que una parte de él se le entregará si aporta una determinada cantidad de dinero que se emplearía para desenterrarlo. Esa es la razón de que se le llame timo del entierro. Y parece ser que la cosa venía de antiguo.

Hace cien años El Adelanto nos informaba de un intento de dicho timo en Salamanca y otras ciudades españolas en estos términos:

...  el inspector señor Maqueda sorprendió hace unos días en Madrid a una agencia de timos que preparaba unos cuantos golpes entre algunas personas de diversas provincias, para ver si caían por el tan desacreditado procedimiento del entierro. Entre los golpes que los referidos pájaros tiraron, uno de ellos fué a Salamanca. La historia fue la de siempre, es decir, la que se viene explotando desde que la situación política de Portugal cambió. Un fresco, fingiéndose monárquico portugués, perseguido de la justicia, capitán cajero de un regimiento de conspiradores, se hallaba preso en Lisboa, y tenía depositado un baúl de doble fondo en una estación española que contenía 700.000 pesetas y para cuyo rescate precisaba 12.000. Nuestro amigo don Ensebio de Pedro Bargueño, oficial primero de esta Diputación provincial, recibió una carta dirigida a nombre de su suegro, ya fallecido don Ramón Carranza, contándole la historia y pidiéndole después de no sabemos cuántos requilorios 2.900 pesetas si quería tener después la tercera parte de las 700.000 de marras. El señor Burgueño, al leer la carta, vió que se trataba de un timo, y cuando se disponía a poner el hecho en conocimiento de las autoridades, leyó en La Correspondencia de España que el inspector señor Maqueda había descubierto en la calle de la Cruz, número 27, principal, derecha (de Madrid), la oficina de donde procedía la carta recibida. Esta aparece firmada por las iniciales J. A. y se ruega que la contestación se envíe a Madrid a nombre de Justo Costa o de Antonio Piñeiro, calle de la Cruz, 27, principal, derecha, y es copia, con ligeras variantes, de las que los cacos enviaron a Alicante, Ávila, Murcia, Vitoria, León y Valdepeñas, con tan mala fortuna y con tan poco cuidado, pues como el lector habrá observado, dirigían aquí la carta al pobre señor Carranza, fallecido ya hace tres o más años... Parece ser que también han recibido cartas como la del señor Burgueño, varias señoras viudas de esta ciudad.