16 de mayo de 2012

Fiesta de San Isidro

Transcribimos hoy la crónica de los actos celebrados en la fiesta de San Isidro del año 1921 en Villavieja de Yeltes tal y como los publicaba el diario El Adelanto una semana más tarde. Para ilustrar esta noticia, he elegido una foto familiar de nuestro tío Emilio Fernando García Fuentes (hermano de mi abuela Bernabela) y que fue el gran impulsor del sindicato agrícola de Villavieja en los años veinte del pasado siglo. Fue precisamente él quien intervino en los actos que nos narra el corresponsal de El Adelanto. La foto nos muestra al tío Fernando como Vicario General de Ceuta (1927-1947).


DESDE VILLAVIEJA
Lluvia deseada.-Conferencia agraria.-Sermón en la misa.-La corrida del sindicato.
Quizá un poco tarde, pero al fin el domingo llovió. Por la mañana se ha celebrado la fiesta de San Isidro en todo su esplendor; después tuvo lugar la conferencia agraria y el encierro y prueba de la corrida; más tarde el rosario y responso cantado por los socios muertos del sindicato agrícola.Mientras tanto tronó y llovió algo para apagar el polvo que se habría levantado en la corrida, a continuación se verificó esta sin incidente alguno, y al anochecer volvió a llover, ya con abundancia, siguiendo así toda la noche y la mayor parte del día siguiente, en el que ni por un momento se vió el sol ni pudo dejarse de las manos el paraguas. El martes todavía llovió algo y después ha seguido el tiempo vario como con tendencia a llover. Dios quiera que sea así, porque se dice que aunque abundante y por la manera suave como cayó esos días ha traido bastantes beneficios, con todo no es bastante para lo que precisan los sembrados y pastos que se veían de día en día ir languideciendo y que ya hoy agradan algo más. Ha renacido la esperanza de que la cosecha sea todavía regular, pero a Dios rogando y con el mazo dando.Tal consejo, en síntesis, fué el que vino a dar a los labradores en su conferencia el Sr. D. Emilio Fernando García director diocesano de las obras de acción católica social de Ciudad Rodrigo honorable sacerdote que relevado de casi todos sus cargos como tal para mejor atender a estos asuntos por los que muestra especial predilección, viene desde hace años dedicándose de lleno al encauzamiento y dirección de todos ellos. Rogad a Dios sí, les decía, como lo habéis venido haciendo, porque de él Tiene que venir todo lo bueno que esperáis. Pero no os contentéis con sólo eso porque a Dios no le gusta aliarse con desidiosos y haraganes, y cuando os dió músculos e inteligencia fué para que los ejercitáseis. Agarrad el ma-. zo también para tundir la tierra, y ese otro pequeño llamada pluma para es-grimirlo sobre el papel. Haced con ella números, y llegareis muy bien a entender cómo os conviene mucho asegurar vuestras cosechas contra los incendios y sobre todo contra el pedrisco, ese formidable azote que en más o en menos todos habréis sufrido alguna vez, y el cuál duele tanto más, cuanto que más cercano se vislumbra ya el premio. Explicóles luego el mecanismo y funcionamiento de los seguros, maneras de solicitarlos, condiciones y compromisos que se adquieren, ventajas que puedan prometerse, etc., y todo ello sin instar a nadie para que los concertasen con tál o cual sociedad o compañía aunque sí indicando que la Federación de Sindicatos católicos de España tenía un magno proyecto con el que se proponía beneficiar a toda la nación, ofreciéndose él como intermediario en-tre ellos y esta u otra entidad y ya fuese uno sólo el que aceptase la idea o fuesen todos los oyentes en corporación. Hay que tener en cueilta que los que escuchaban eran casi todos socios del sindicato organizador de estas fiestas, a quienes se dirigió especialmente y arengó al final con tal vehemencia y entusiasmo para recomendar la unión, que los aplausos ahogaron sus últimas palabras como habían resonado antes al oir otros párrafos. A continuación, y a pesar de estarse esperando por momentos el encierro de la corrida del sindicato, acto a que, como buenos españoles, no podía nin-guno faltar, se pidió con insistencia que hablara el que momentos antes lo había hecho en la parroquia como predicador, D. Pedro H. de la Torre, pá-rroco del Sagrario de Ciudad-Rodrigo, y otra de las figuras más salientes en estas cuestiones, y este hubo de rendirse ante las manifestaciones de aprecio que se le daban, improvisando unas cuantas palabras, para esbozar no más que un poquito del derecho de propiedad en general, y más especialmente del de la tierra, palabras que han tenido que hacer pensar después a cuantos las oyeron. Socialismo cristiano llamaría yo a este tema del que con lógica fundamentada sentó el orador unas cuantas premisas y conclusiones, teniendo que terminar atropelladamente porque la campana avisaba de prisa que la corrida se nos echaba encima. También recibió muchos aplausos. En la mañana llevaron en procesión la imagen del santo los socios del sin-dicato, después de la que hubo misa de diáconos y un sermón notable por su forma y fondo. El trabajo como ley divina, fué la materia, y satisfizo grandemente al auditorio por el modo clarísimo conque consiguió hacerse entender, y lo que es más, dejar convencidas a las gentes de que no es un castigo o un mal, como se dice por ahí, sino el resorte único para que en el mundo reine la paz, tan lejos de la cual vivimos en estos tiempos de progreso y de cultura, cuando esta no va hermanada con la verdadera caridad. Y queda por reseñar la fiesta profana o séase la corrida, porque sin ella y por estas latitudes, no podría llamarse verdadera fiesta. Por de pronto al santo no debió de parecerle mal este aditamento, porque el agua que tanto se le había pedido la mandó momentos antes de la corrida para regar la plaza, y después de ella y ya en abundancia, para los campos. En cuanto al público, quedó satisfecho porque no hubo cogidas ni incidentes malos y los novillos se portaron bien acreditando los hierros y señales de los dueños. Fueron estos lo menos ocho o diez de la clase media (los ricos ricos, a excepción de uno o dos, no se han sindicado), de los que cada uno procuró presentar para honrar a San Isidro los de más confianza, y así salieron. El Latas, el Muertes y el Gordito, se emplearon bien en capotear y hacer filigranas con ganado tan suave y tan noble, y aquel sobre todo en banderillear y muletear y señalar punzadas; y como final hubo una vaca bravísima, embolada, a la que se dió muerte por una cuadrilla formada por los socios más jóvenes del sindicato con todos los adminículos de alguaciles, picadores, banderilleros, espadas y peones hasta el número quizá de quince, todos los cuales hicieron buen juego, sintiéndole émulos, el que menos, de Frascuelo o Lagartijo, primeras figuras de nuestros buenos tiempos. Y luego hubo teatros... y enhorabuena ¡socios! Pero no os olvidéis de los seguros.
El corresponsal.
Adelanto, 24 de mayo de 1921