17 de abril de 2012

Reunión agrícola

En abril de 1912, el corresponsal de El Adelanto en Villavieja -suponemos que se trataba de Don Dionisio el médico- mandó una extensa crónica a Salamanca en la que trataba diversos asuntos. Hoy traemos a estas páginas la primera parte de la misma, en la que al hilo de una reunión celebrada en Villavieja con miras a constituir un sindicato agrícola, el corresponsal expone sus interesantes y acertados puntos de vista sobre ese tema.

En viaje de propaganda para la Unión de Labradores, vinieron por aquí hace poco los señores del Teso, Cobaleda, Cuadrado y García Puente, y no sé qué impresiones llevarían. Lo que sí se me dijo, es que hablaron bien y que el público que les oyó salió convencido de sus razonamientos. ¿Pero habrán obtenido u obtendrán resultados prácticos? Porque aquí, y aún podría decir que en todos los pueblos, es mucha la apatía que reina para esto. Se persuaden, sí, las gentes de que la unión es fuerza y de que con ella podrían llegar lejos. Pero vienen luego las suspicacias y recelos, viene el ejemplo de otras asociaciones fracasadas, vienen las fábulas ó historias de quien por ellas buscó su medro, y ni un paso más. ¡Quietos, quietos! Y con esa quietud, no ven los labradores que se quedan atrás, y que otras clases, y aun la misma suya de otros países, se les adelantan en ios caminos del bienestar y del progreso. Hay, pues, que fustigarlos para que se asocien y para que dejen de figurar como reacios, y á eso tiendo; pero como en sus pesimismos tienen también mucha parte de causa otras clases y otros elementos, quiero también poner las cosas en su lugar y defenderlos. ¿Que el labriego es rudo y desconfiado de suyo? Claro que sí, pero es porque quien podía y debía hacerlo de otro modo, le ha obligado á serlo. En cambio, posee la cualidad de observador, y él ha visto á su alrededor sociedades industriales ó agrícolas que se derrumban o llevan vida lánguida por incuria, ineptitud o fines torcidos de los directores, o por simples desaciertos. Ha visto en ellas y en otras entidades como municipios, juntas, comisiones, etc., posponer siempre los intereses generales a los particulares de quienes manejan el cotarro. Ha visto que el capricho, la pasión y la envidia sen incentivo a veces para obrar en el seno de ellas, y que hasta se mezclan en sus asuntos, en ocasiones, las miserables rencillas de bando o de partido. Ha visto, por fin, que el individuo que tiene y puede o puede porque tiene, es quien se lleva la batuta en todo sin necesidad de asociaciones, y saca de todo ello su consecuencia. A qué alistarse en una sociedad que él no va a administrar directamente? ¿No se expone, acaso a perder su dinero? El sabe que existen, porque se lo han dicho, almas generosas en otras partes que trabajan con celo e inteligencia por el bien de los otros, y que por él sacrifican hasta el suyo propio. Pero esto será allá en Inglaterra, en Francia, en Bélgica... Por aquí él no ha visto nada de eso, y a lo que ve se atiene. Y lo menos malo que ha visto es el egoísmo... Así piensa el labriego y hay que destruir su modo de pensar; pero con hechos. Esta es misión de las clases directoras por capital, ciencia y gobierno. A aquél hay que decirle; "Asóciate porque poco expones y tal vez aciertes"; pero a estas como más responsables, hay que dirigirlas los denuestos siguientes: "Si los labradores son desconfiados, egoístas y huraños, es porque vosotros los hables hecho ser así. Ellos serán buenos, años después que vosotros lo seáis y cuando se lo tengáis sólidamente demostrado. Y para esto tenéis que caminar delante de ellos fomentando riqueza con la vuestra, derramando la cultura que os sobra y enalteciendo los dos más grandes principios en que debe basarse la sociedad y que hoy, por culpa vuestra, se muestran algo falseados. Justicia y moralidad.


El Adelanto 6 de abril de 1912