5 de febrero de 2012

Moralidad

Resulta bastante sorprendente que hace cien años, algunos juicios fueran realizados a puerta cerrada por cuestiones de moralidad. Aquí tenemos un caso. Se acusa a una mujer de un presunto infanticidio. El marido es emigrante en América..., y ella se queda -la carne es débil- embarazada... Y el jurado es tan comprensivo, que ...., pero veamos el relato, el sucinto relato, pues el redactor de la noticia no ha podido asistir al juicio por ser "secreto".


NO HIZO NADA MALO

Compareció ayer ante el Jurado del partido de Vitigudino, en la sección primera, la vecina de Villarmuerto, agregado de Villasdardo, Sabina Ruano Vicente, mujer casada, a quien el teniente fiscal señor Hebrero consideraba autora de un delito de infanticidio, por suponer que el día 27 de Septiembre último, dio a luz un niño vivo que mató y arrojó después al charco conocido por Cahozo sin suelo, donde fue encontrado. El letrado señor González Martín, defensor de la Sabina, conforme en que esta dio a luz, negaba que voluntariamente le ocasionara la muerte al niño, pues sobrevino por consecuencia de no poderlo atender en los primeros momentos.
La sesión, que solamente duró las horas de la mañana, se celebró a puerca cerrada, por razones de moralidad y esto nos impide dar detalles del hecho, cuyo móvil parece ser que fue el de hallarse ausente en América el marido de la procesada. Sin embargo, lo ocurrido no fue anormal ni extraordinario; así lo demuestra el que el Jurado en el oportuno trámite del juicio, proclamó la inculpabilidad de la acusada de acuerdo con lo sostenido por su defensa. El fiscal, en vista del veredicto del Jurado, pidió la revisión de la causa ante otro nuevo, pero la sala no accedió a esta pretensión, y en definitiva publicó sentencia, en la que absolvió a la Sabina Ruano Vicente, declarando de oficio las costas.

El Adelanto, 13 de Febrero de 1912