30 de mayo de 2011

El impuesto de los "chisqueros"

Nos parece hoy en día que el Estado es un "sacacuartos", que nos frie a impuestos por todos los lados, pero la cosa, como podéis suponer, no es de ahora. Todos los gobiernos que en el mundo han sido y que serán recurren y recurrirán de una forma u otra a manejar los impuestos, bien sean directos bien sean indirectos. Hace unos cien años un gobierno liberal presidido por Canalejas abolió uno de los impuestos más odiados por las clases humildes y que era denominado de "consumos" ya que gravaba todos aquellos productos básicos destinados a la venta que llegaban a una localidad. Algunos municipios instalaban una especie de aduanas -se denominaban "fielatos"- a la entrada de su casco urbano y vigilaban estrechamente para evitar que se colasen "de matute" en el recinto urbano. Ni que decir tiene que mientras unos vigilaban para que producto que entraba producto que pagaba, otros -los matuteros- intentaban burlar semejantes controles mediante el consabido contrabando. La gente llamaba a este impuesto el de los tres verbos, ya que penalizaba precisamente los productos de comer, de beber y de arder. Como se puede deducir era evidentemente perjudicial para las clases más modestas. Dos meses antes de suprimir este impuesto, el ministro de Hacienda de turno, Tirso Rodrigáñez, estableció un nuevo tributo relacionado precisamente con el "arder". En aquellos tiempos, las cerillas constituían un monopolio manejado por el Estado y una fuente de ingresos muy importante para el fisco. Mas hete aquí que empezaron a circular con notable éxito los "encendedores mecánicos", también conocidos popularmente como chisqueros o mecheros. Y claro, los ingresos se resintieron. Y a don Tirso -con apoyo del resto del Gobierno- para enderezar esas cuentas se le ocurrió gravar la tenencia y uso de cada uno de esos aparatitos. Y lanzaron un decreto en el que se instituía el que nosotros hemos denominado "impuesto de chisqueros":


Artículo 1.° Los aparatos llamados «Encendedores», comprendiendo todos aquellos que sean propios para producir fuego con destino a los mismos o análogos usos que las cerillas y fósforos, ... quedan sujetos a un impuesto de dos pesetas cada aparato, excepción hecha de los de plata, por los que se pagarán cinco pesetas, y de los de oro o platino, cuyo impuesto será de 20 pesetas, también por cada aparato, siempre que en unos y otros no exceda de 10 centímetros ninguna de sus dimensiones, duplicándose el impuesto para los que tengan una dimensión mayor...

... La tenencia por los particulares de aparatos-encendedores que no estén habilitados por el pago del impuesto, será corregida o castigada con la confiscación inmediata del aparato, y además con una multa equivalente al quíntuplo del impuesto defraudado, en concepto también de medida gubernativa...

... Las personas o entidades que tengan aparatos-encendedores, podrán presentarlos en la Fábrica Nacional del Timbre ó en una Delegación para la venta de cerillas y fósforos, ..., durante el plazo de dos meses, á contar desde el dia de la publicación de este Real decreto en la Gaceta de Madrid, para su habilitación por el impuesto...

La habilitación consistía en pagar el impuesto y pegarle al encendedor una pequeña chapa que certificaba que el encendedor era legal:

En Salamanca, como en toda España, los que quieran seguir usando el chisquero, tendrán obligación de contraseñarlos. ¿Cómo se hará esto? Con objeto de informar ... ... me enseña una chapa de color plateado del tamaño de un céntimo: tiene grabado el escudo de España y un letrero que dice: "Monopolio de cerillas". En la parte inferior, con caracteres mayores, dice: "Dos pesetas".
El Adelanto, 9 de mayo de 1911


La cosa se tomó un poco a guasa y con una cierta ironía, como podemos leer en "El Adelanto" del 24 de Junio de dicho año, cuando ya finalizaban los dos meses de plazo para "legalizar" los encendedores:

¡Oue vienen los inspectores!

Al leer ayer en EL ADELANTO que en breve caerían sobre Salamanca doce inspectores para proceder a la recogida de los encendedores automáticos no contrastados, me quedé patidifuso. Y no vayan ustedes á creer que es por que yo no tengo contrastado
mi mechero. Soy un pacifico ciudadano que respeta y acata las leyes; y procuro cumplirlas como mejor puedo. Pero esto de los doce inspectores me ha hecho pensar seriamente en el problema. Porque problema es y será para el Estado el tener que
sostener ahora á una serie inacabable de individuos, dedicados á un servicio de cuya utilidad desconfío. Es de suponer que si á una ciudad de 30.000 almas como Salamanca envían doce inspectores, á Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia, Coruña, etc., etc., tendrán que enviarlos por centenares. ¡Y menudo negocio hace entonces
el Estado! Sólo en dietas ó en sueldos de estos apreciables sujetos -a los cuales
recomiendo mucha paciencia- se le va el importe y mucho más de lo que haya ingresado por la expedición de las placas ó sellos para los chisqueros. ¿No sería mejor que se encárgase la policía de este servicio? Yo creo que sí. Por lo menos, al
Estado le saldría más económico... Pero si se trata de emplear á ciertas gentes y de justificar ciertas nóminas, bien está también la reforma. En España estamos ya muy acostumbrados á eso y mucho más. Pero volvamos á lo de los doce inspectores. (¿No habrá sido errata, señores cajistas?) Ya les estoy viendo llegar á Salamanca,
y ya estoy viendo á todo el que usa chisquero no contrastado dejarlo para el servicio de casa, o llevarlo consigo y hasta producir lumbre encima de las barbas de los inspectores.
—¿Caballero?—le dirán éstos.
—¿Qué desea?—responderá el delinquidor.
—¿Me hace el obsequio del encendedor?
—Para qué, ¿para encender?
—Sí, señor.
—¡Ah, pues entonces tome, tome usted lumbre con mi pitillo, porque este chisme funciona a veces bastante mal... (El inspector enciende su cigarrillo con el del otro y el del chisquero toma las de Villadiego.)
Yo no sé, en verdad, cómo se van a arreglar esos doce inspectores para recoger los chisqueros: si emplean el medio que más arriba indico con mi diálogo, están expuestos al fracaso y no van a poder justificar la nómina y si emplean recursos violentos, de esos de arrancarlos de las manos, se exponen también, de primera intención, a un tremendo sopapo o a una lluvia de frasecitas... con palo va y palo viene. El cargo, me parece a mí que se las trae. Como comprometido, sí que lo es. Y esto puede dar lugar a renuncias infinitas. ¡No; lo que es yo, no era de estos inspectores ni aunque me pusieran guerrera, casco y guantes, ni aunque me armasen de Browigs y de machetes... por lo que pudiera ocurrir!



Viñetas humorísticas del semanario "Gedeón", 1911.