12 de marzo de 2011

Thiebault y don Julián


Hace unos cuantos días, os deje caer, como el que no quiere la cosa, que nuestro héroe más famoso,.... ¡quizás no lo fuese tanto! Me refiero a lo de héroe, porque famoso sí que lo es, ¡de eso no hay duda!

Vaya por delante que no quiero echar por tierra el papel desarrollado por don Julián Sánchez "El Charro" en el transcurso de la Guerra de Independencia. La mayor parte de sus acciones fueron verdaderamente meritorias, valientes y arriesgadas y el hecho de que el "mandamás" del ejército expedicionario inglés, el duque de Wellington, le tuviese especial "cariño" indica evidentemente que era persona de fiar, por lo menos en cuestiones militares. Mis dudas surjen de su forma de actuar en lo que respecta a los sufridos habitantes de la provincia salmantina. Ahí hay puntos oscuros, según los relatos y documentos que aporta otro guerrillero salmantino, prácticamente desconocido para el gran público. Pero eso lo veremos otro día.

Hoy quiero centrarme en otro punto "gris" de su vida. Sus posibles negociaciones con el general francés Thiebault con vistas a pasarse con armas, bagaje y hombres al bando contrario. Y es que las memorias del que en aquel tiempo era Gobernador del territorio formado por las provincias de Toro, Zamora, Salamanca, Ciudad Rodrigo y Almeida no dejan lugar a duda.

Cuando hace un par de años me dediqué a investigar diversas cuestiones de la Guerra de Independencia relacionados con nuestra provincia ¡saltó la sorpresa! Por lo menos, para mi. La verdad es que solo tenemos la versión de Thiebault y que desconocemos lo que nos hubiese dicho don Julián acerca de esta cuestión. Así que no podemos darle al general francés una credibilidad del cien por cien, sabiendo además que en algunos otros pasajes de sus memorias, hay evidentes "errores". Pienso, sin embargo,... ¡que algo tuvo que haber!, aunque quizás no tanto como da a entender Thiebaults. Asi pues, nos queda -por lo menos para mi- una pequeña sombra de duda.

Y es que las expectativas de las guerrillas en Salamanca en el invierno de 1810-1811, a pesar de sus continuas acciones contra las lineas de comunicación francesa, no era muy halagüeñas. El ejército de Massena se había internado en Portugal en persecución de los anglo-portugueses que se atrincheraron en Torres Vedras y allí resistieron los embates de los franceses, hasta que a estos les empezaron a fallar los suministros, al cortarse sus lineas de aprovisionamiento con España. Las guerrillas españolas eran en parte culpables de este contratiempo, pero en sus filas empezó a cundir un poco el desánimo y la falta de confianza. No veían muchas perspectivas de éxito. Y si a eso añadimos una gran acción contraguerrillera llevada a cabo por Thiebault....

Destacamentos, escuadrones y batallones de marcha, reunidos en Salamanca para reforzar al mariscal Massena, se encontraban abarrotando la ciudad, esperando órdenes que no llegaban, y yo me encontré, por tanto, en condiciones de manejar más de diez y ocho mil hombres de infantería y cerca de mil setecientos caballos. Reflexionaba sobre cómo utilizarlos y el único modo que se me ocurría era emplearlos contra don Julián, que se encontraba precisamente a nuestras puertas.
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Diez columnas de infantería de mil hombres cada una salieron de Salamanca de Ledesma y de Alba de Tormes. Cuatro mil hombres partieron la víspera con el pretexto de reforzar las guarniciones de Ciudad Rodrigo y Almeida y habiendo pernoctado en Matilla, se dividieron bruscamente en cuatro columnas actuando de acuerdo con las otras diez. Según las ordenes e itinerarios, remitidos a los jefes de cada una de esas columnas y al coronel Lavigne (creo), que estaba al mando de todas, a fin de poder modificar sus marchas y en caso de necesidad reunirse unas con otras. Dos de ellas recorrieron el río Tormes, una hacia el este y otra hacia el oeste, destrozaron y quemaron todas las barcas y tomaron y guardaron todos los puentes, mientras que las otras doce se lanzaron hacia las zonas montañosas y boscosas que se encuentran entre los ríos Tormes y Águeda, acorralaron en todos los sentidos a las bandas dispersas de don Julián, a las cuales los bosques servían de refugio, y las forzaron a salir a la llanura, donde nueve columnas de caballería, bajo las órdenes del general Fournier, las desbarataron. Dos de estas bandas, sorprendidas en los pueblos que ocupaban fueron destruidas; las otras sufrieron más o menos, y sus perdidas así como su temor fueron tales que cerca de dos mil hombres se sometieron, abandonado a don Julián que había tenido otras mil doscientas bajas, entre muertos y heridos y cuyas fuerzas se encontraban reducidas a tres mil hombres, fuertemente quebrantados.

Poco después, comienzan los contactos entre Thiebault y don Julián. Copio a continuación la traducción que he realizado de lo escrito en el volumen cuarto de las "Memorias del Barón Thiebault" :

Si bien esto fue un éxito sin precedente contra las guerrillas, no era más que la primera parte de mi plan. Y, en efecto…..

Uno de los emisarios que el prefecto me había proporcionado, un hombre inteligente, se le acercó y le dijo: "Ayer estuve hablando con con el gobernador"; y le informó de que en la conversación yo había expresado el pesar que sentía de que un hombre del valor de don Julián, con una capacidad tal y un coraje tan noble, consintiese en servir a una causa tan deplorable y a aumentar las desdichas de su país cuando podía poderosamente contribuir a terminar con ellas. Todo el mundo le reconocería los méritos por ello y el gobernador más que nadie. A continuación, mi hombre añadió: "Por tanto, si usted desea unirse a una causa que solo puede hacer la dicha de España y abandonar un partido en el cual no será usted considerado más que como jefe de sus guerrilleros, si usted quiere, en fin, un papel digno y gozar de la dicha de poder todavía dar un gran ejemplo, el gobernador os nombraría mariscal de campo -estaba convenido así con el ministro de la Guerra- , pondría bajo sus órdenes un cuerpo regular de seis mil hombres, infantería y caballería. Sólo habría en estas provincias el número de tropas francesas necesario para las guarniciones de ciudades y postas y usted se encargaría de la ejecución de las órdenes que se darían a los pueblos y villas, lo que, en estas provincias, haría de usted la segunda persona con más poder"

La propuesta le asombró, las ofertas le halagaban… Lo que se le dijo de mi estima por su persona le emocionó; lo que el sabía de mi carácter, de mi conducta, la manera con la que yo trataba a los españoles aumentó más su confianza; en fin, quebrantado además por la terrible lección que acababa de recibir, entró en negociaciones con el prefecto, persona muy capaz de llevar a buen puerto esta importante cuestión.

Las conversaciones entre don Julián y yo no se interrumpieron; sin embargo, como había necesariamente numerosas cosas a discutir y como además don Julián necesitaba tiempo para convencer a sus principales oficiales, .... transcurrieron varias semanas. Por fin, nos pusimos de acuerdo sobre todas las cuestiones; don Julián había conseguido asegurarse el respaldo de casi todos sus partidarios, el convenio estaba redactado, y no quedaban más que tres días para la reunión de todos los que debían firmarlo con nosotros.

¡Tres días! Tres dias faltaron, según Thiebault, para que el Charro hubiese pasado de héroe a villano. Parece ser que estaba preparada también toda la parafernalia de este tipo de acuerdos. Thiebault pasaría revista a las tropas de don Julián y entraría a la cabeza de ellas en la ciudad de Salamanca, donde se celebraría un solemne Te Deum de acción de gracias, etc, etc, ...

La suerte se alió con don Julián y el bando español. En esos tres días, se comenzaron a recibir noticias de la retirada del ejército francés que estaba en Portugal, y que venía siendo perseguido por los angloportugueses. Las derrotadas y maltrechas tropas comenzaron a entrar en territorio salmantino y la moral y las expectativas cambiaron. ¡Pasarse del lado francés era apostar por caballo perdedor! Así que, Thiebault se quedó compuesto y sin don Julián y sus guerrilleros.

¿Qué hay de verdad en toda esta cuestión? ¿Es pura elucubración de Thiebault? ¿Hubo de verdad algún contacto? Son preguntas sin respuesta. Thiebault afirma que todo esto se llevó tan en secreto que casi nadie estaba al tanto de ello. En aquellos días, la duquesa de Abrantes, esposa del general Junot, y que había dado a luz a su hijo Alfred en Ciudad Rodrigo, estaba viviendo en Salamanca y Thiebault afirma que ella si que estaba al tanto de este tema. Y efectivamente, en el tomo XIII de las Memorias de la duquesa, ésta recoge también las presuntas negociaciones transcribiendo literalmente unas notas que le había pasado Thiebault a la hora de escribir las memorias. Es, por tanto la misma versión y la misma fuente.

Nos queda por tanto la duda de si existieron esas negociaciones o no y en caso de que existiesen, hasta donde llegaron. De todas las formas, el posterior desarrollo de la Guerra pondría de manifiesto las extraordinarias cualidades militares de don Julián al mando de los "Lanceros de Castilla" luchando codo a codo con los ingleses de Wellington y siendo el azote permanente de los gabachos.

General Thiebault

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