15 de julio de 2010

Ara votiva de los Baños de Retortillo

Transcribimos a contnuación otro trozo del libro que el padre César Morán escribió acerca de "Los Baños de Retortillo" en la que nos da cuenta de un "ara votiva" encontrada en el Balneario de Retortillo, lo que parece probar su antiguedad. En ella, ya se hace referencia al nombre del río Yeltes (aquis eletesibus)

Los que tuvieran su morada cerca de esos manantiales se bañarían por placer en sus calientes aguas, y así comenzaron a conocerse casi todas las fuentes salutíferas desde la más remota antigüedad. Ya Homero habla de la humeante fuente del Escamandro y los clásicos griegos y latinos están llenos de alusiones a las «Aquae Thermae», aguas termales.

Las localidades que hay en España con el nombre de Caldas proceden de «aquae calidae-—aguas calientes—. Los museos están llenos de lápidas-exvotos, consagrados por los enfermos curados, a las aguas medicinales o a las divinidades que daban a las aguas la virtud curativa.

Las aguas de Retortillo fueron reconocidas en la antigüedad y se utilizaban en tiempo de los romanos como lo demuestra una lápida a que ya hemos aludido. Y no es fácil dar con ellas por brotar en el mismo lecho del río y confundirse desde el primer momento con otras aguas que hacen allí remanso


A pesar de todo, los antiguos encontraron el manantial y lo utilizaban para remedio de sus enfermedades; hicieron algunas obras de cantería alrededor para separar las aguas medicinales de las del río, y cuando alguno se curaba, hacía su ofrenda a los dioses de conformidad con su riqueza y de acuerdo también con su generosidad o su avaricia. En este manantial se encontraron muchas monedas y algunas aras votivas. …

Cuando los antiguos recobraban la salud, como es un beneficio tan grande, lo atribuían desde luego a la Divinidad, pero a las divinidades que entonces conocían, a las Ninfas, a Hércules, Esculapio, Apolo, Artemisa, Thermia, o divinizaban las mismas aguas medicinales, lo que no tiene nada de particular, desconociendo al verdadero Dios, como les pasaba a nuestros predecesores de hace veinte siglos.

En estos Baños de Retortíllo la divinidad eran las mismas aguas y a ellas está dedicada la única inscripción que se conserva, un ara votiva que mide 0,80 metros de alta por 0,22 de ancha, y que dice así:

cuya lectura completa es así: Eaccus Albini f(ilius)aquis eletésibus votum l(ibens) a(nimo) s(otvit).

Y en castellano significa: Eaco, hijo de Albino, cumplió gustoso el voto de erigir un altar a las aguas eletesas = eltesas = yeltesas = de Yeltes.

EACCUS es el nombre del que puso o mandó poner la lápida por haber sin duda curado sus reumas bañándose en estas aguas. Es también nombre de la luna, adorada bajo esta denominación por los celtíberos; y figura en la mitología clásica un semidiós llamado EACCUS, hijo de Júpiter y de la ninfa Egina, que se hizo célebre por la justicia con que gobernó, llegando a ser el favorito de los dioses y nombrado por ellos árbitro de sus cuestiones. Después de su muerte fue nombrado juez de los infiernos, custodia sus llaves y es el encargado de juzgar a los europeos, según Platón.

Los hombres primitivos tomaban los nombres de sus amos, de sus dioses, de sus héroes, como hoy tomamos los nombres de los Santos.

Albini filius = hijo de albino, es equivalente a uno de los apellidos de hoy, Pérez, Rodríguez, Fernández,.

Aquis eletésibus = a las aguas de Yeltes, es a la divinidad a quien se consagra el ara en acción de gracias, en cumplimiento de un votum = voto. Eletésibus es el nombre de las aguas medicinales, palabra que había perdido ya la n puesto que debía decir elentensi-bus, como después perdió esa misma letra sponsa al pasar al castellano esposa. Ese epíteto de las aguas, después de una serie de transformaciones, de refuerzos y de pérdida de elementos, dio por resultado la palabra Yeltes. El motivo de divinizar estas aguas es el manantial térmico, pero como nace confundido con las aguas del río divinizaron al Yeltes, ¡Pobre riachuelo elevado a la categoría de divinidad! Seguramente nunca se le ha ocurrido a él usurpar esos honores ni pavonearse cuando viese a los hombres postrados a sus orillas pidiéndole la salud, ofreciéndole sacrificios, dedicándole sagradas ofrendas. En invierno todavía puede caminar un poco orgulloso; pero en verano, que es cuando se manifiesta la virtud de sus aguas, apenas se llama Pedro.

La fecha de esta inscripción, a juzgar por la puntuación arbitraria, delata el siglo II después de Jesucristo, el tiempo de Adriano o de los Antoninos en que abundan las lápidas de este estilo.
La inscripción que nos ocupa puede considerarse como la fe de bautismo de estas aguas, y demuestra su antigüedad y su eficacia; eficacia que algunas veces es rápida y fulminante. Estas curaciones, milagrosas para aquellos paganos, hirieron tan vivamente su imaginación, que llegaron a tributar a las aguas honores divinos. Otras inscripciones aparecieron juntamente con ésta, pero no se conservan; quizá no se leían. Tampoco sé el paradero de las monedas que, como exvotos, se encontraron en el manantial.