19 de junio de 2010

Salmantinos en el presidio de Santoña

En el transcurso de ciertas investigaciones sobre un homicidio ocurrido en Villavieja a finales del siglo XIX y que espero publicar en fechas próximas, me encontré con una serie de artículos publicados por el periódico El Adelanto en junio de 1900 acerca del antiguo presidio de Santoña. Era un establecimiento penitenciario que estuvo en funcionamiento en la dársena de ese puerto de Cantabria hasta comienzos del siglo XX, época en la que se construyó el actual penal del Dueso, también situado en el mismo municipio. Me llamó poderosamente la atención que un periódico salmantino pusiese tanto interés en describir un penal de este tipo hasta el punto de enviar a un reportero o colaborador (Manuel Revilla Castán) al mismo. Y es que había una poderosa razón, tal y como podemos leer en uno de esos artículos:


La mayor parte de los penados que lo habitan, son salmantinos, como también es salmantina la guardia que los custodia y esta ha sido la causa que me ha impulsado a describir a la ligera sus costumbres y relatar sus crímenes.

¡Pues, si señoras y señores! Un alto número de los reclusos internados en el Presidio de la Dársena de Santoña en el año 1900 eran salmantinos. Hasta el punto de que en el interior del penal formaban un especie de clan, "los salmantinos", que se oponían a otro también numeroso, "los catalanes". Y se puede uno imaginar que de la confrontación de ambos grupos no podía salir nada bueno. Y ¿por qué había tantos salmantinos en prisión? ¿Eran nuestros antepasados tan ·calientes" que a la menor afrenta ya estaban las navajas fuera? Pues parece ser. Y sobre todo en la Sierra, como veremos más adelante. Recordaremos aquí además una serie de crímenes famosos que ocurrieron en la última década del siglo XIX y que conmocionaron a la sociedad salmantina: Grandes, Galisancho, Ituero de Huebra, La Fuente de San Esteban, Cepeda, ....(algunos de estos podéis encontrarlos relatados en este mismo blog). Pero volvamos a los relatos de "El Adelanto" y veamos la descripción del penal.


En medio de tanta podredumbre como se agita en el fondo de los establecimientos penitenciarios españoles, el presidio de Santoña es una justa excepción. Es un moderno edificio que se levanta a orillas del mar. Nada tiene de lúgubre su exterior y nadie dice, al contemplar sus paredes, que encierran a trescientos homicidas.

Sólo en presencia de los soldados que, el arma afianzada, se pasean sobre el baluarte, comprendemos la triste realidad. La muralla que une al recinto es de 12 pies de altura y en forma de cuadrilátero, sobre cuyos vértices se levantan las garitas de los centinelas, de piedra berroqueña y desde las cuales se domina el interior por completo; tiene también cada una cuatro pequeñas ventanas con el objeto de que el vigía pueda darse cuenta de todos los incidentes que al exterior se verifiquen como escalas, comunicaciones con los presos, intentos de evasión etc., y de hacer fuego sobre el que al recinto se aproxime sin previo reconocimiento.

Hay entre la muralla y el cuerpo del edificio un foso de cuatro metros de anchura, que permite a los guardianes extremar su vigilancia é impedir que los presos se comuniquen con el exterior; por este foso patrullan de continuo algunos soldados y de este modo, sin necesidad de un contingente numeroso, se hace imposible de todo punto la evasión de los reclusos.

Una sola puerta, que mira a Occidente, sirve de entrada al Presidio y en ella se escalona el grueso de la fuerza que componen un oficial, un sargento, dos cabos y veinte números que alternan como vigilantes con machete al cinto, o como centinelas con el fusil cargado.

En el presidio no entra ningún fardo, cargamento o mercancía sin ser reconocido. Hasta el pan y la carne son objeto de la más escrupulosa vigilancia, pues de antiguo se refiere que en las cestas de comestibles o entre los materiales de trabajo, se escondían las armas con que los penados realizaban crímenes que hoy se consideran como leyendas, al contemplar la transformación provechosa que en el penal se ha verificado, gracias al celo, actividad y energía de sus directores.

Esto me recuerda que uno de los reclusos, Juan Orozco, del partido de Sequeros, condenado a 29 años de prisión por robo, homicidio y reincidencia, trató de fugarse, introduciéndose en un cajón de madera lleno de zapatos. Ya fuera del rastrillo, un joven de corta edad sintió un ruido sospechoso en el interior de la caja, y dio parte a la guardia que acudió presurosa, extrayendo al homicida medio asfixiado.

Salvado el rastrillo, nada revela todavía el establecimiento penitenciario. Contemplaremos un claustro sencillo con arcos ojivales y un patio limpio y extenso con pendiente para el desagüe. Numerosas ventanas con fuertes rejas, tras las cuales se escucha el crujido y martilleo de las herramientas de los penados que dedican sus largas horas de reclusión a un provechoso trabajo. En el piso principal se encuentran los dormitorios, amplios y con excelente ventilación; hay en ellos algunas camas, aunque pocas, pues al ingresar un penado en el presidio, solamente se le entrega una manta y parte del empedrado para que repose; no obstante, el Director, persona dignísima y respetada de todos, permite dormir en lecho a aquellos que con el fruto de su trabajo se le proporcionen, así como a los que observen buena conducta y a los cabos del rastrillo. Hay también algunas otras dependencias como retretes, escuela, enfermería, despacho del Director, sala de escribientes, cuartos de aseo, celdas, capilla, etc., etc.

En la planta baja se hallan establecidos tres talleres, en los cuales el trabajo está perfectamente reglamentado, si se tiene en cuenta que allí existe el mismo régimen de todos los regimientos de infantería; no obstante, como es particular y el producto beneficio exclusivo del que trabaja, puede el recluso olvidarse de los talleres y pasear todo el día por el interior con tal de asistir a todas las formaciones que son diarias e inalterables. Pero aunque allí el trabajo no produce los justos rendimientos (pues todos se aprovechan de la reclusión forzosa de esta clase de operarios, modelos siempre en su oficio), ninguno deja de asistir a los talleres, agotando de continuo sus energías por un salario que nunca excede de una peseta....


A pesar de lo que nos dice el reportero, de que se trata de un moderno edificio, etc, etc, la cosa no debía de pintar muy bien cuando siete años más tarde se comienza la construcción del nuevo penal del Dueso al que se trasladarán todos los reclusos internados en éste. Bien es verdad que parte de la culpa del traslado la tuvieron los propios santoñeses a los que les disgustaba enormemente que el presidio estuviese en pleno centro de la ciudad. Pero continuemos con el relato en el que se nos habla ya de los salmantinos:


No encierran sus paredes ni al ratero insignificante que comete un simple hurto a espaldas del propietario, ni al asesino terrible que ha de arrastrar su cadena hasta el sepulcro, y sin embargo, la mayor parte de los penados que lo habitan, consiguieron fijar la atención de los salmantinos por ladrones y homicidas. Béjar y Sequeros tienen en el Penal una representación bastante numerosa por desgracia. Es ya cosa corriente; cuando se penetra en el patio principal y se pregunta a un recluso a qué pueblo pertenece, si responde que a Cepeda, o al Endrinal, Santibáñez, El Cerro, Mogarraz, Valverde o cualquier caserío de la Sierra... la cuestión no ofrece duda... ¡homicidio seguro!... Los pícaros serranos tienen una fama terrible; hay quien supone que por un “quítame allá esas pajas” le endosan cuatro tiros al propio [Papa] León XIII .... y no van muy descarriados; hoy la guardia civil los va metiendo en cintura, pero hace algún tiempo, cuando los que habitan este penal andaban por el mundo, en la Sierra un homicidio era cosa tan vulgar como el salto de una pulga... ;y cuidado que las pulgas son indiscretas en aquellos pueblecitos

Interrogando a los presos sobre el crimen causa de su reclusión, se saca en consecuencia que en la mayoría de los casos el perverso Cupido metió su cuarto a espadas en el asunto. La mujer... ¡siempre la mujer!...

Referir la historia de todos ellos, sería interminable, por lo tanto me limitaré a transcribir algunas notas que puedan confirmar las precedentes afirmaciones.

  • Gabriel Fernández Gascón vecino de Cepeda (Sequeros), condenado a 29 años de presidio por haber muerto a puñaladas a uno de sus vecinos, por obstáculos que éste opuso a sus relaciones con una hermana suya, a la cual también mató del mismo modo y en el mismo día.
  • Justo Giménez vecino de Tala (Alba de Tormes), 17 años de prisión por homicidio realizado en compañía de Victoriano Mori, también condenado a la misma pena.
  • Antonio de Blas, de Mogarraz (Sequeros), que el próximo mes de Julio cumplirá los 20 años de reclusión que se le impuso de condena por haber muerto a puñaladas en un baile a un vecino del pueblo a causa de la novia. Agustín de Blas, cómplice de su hermano en el delito y sentenciado a la misma pena.
  • Miguel Martin, de Cepeda (Sequeros), 24 años de arresto mayor por tres atentados contra el Alcalde, que por fin apareció cierto día cosido a puñaladas.
  • Rufino Marín, de El Cerro (Béjar), condenado a 20 años de reclusión por haber muerto de un tiro al querido de su novia.
  • Manuel Cachorro, de El Colmenar (Béjar), 15 años de condena por homicidio perpetrado en la persona del Alcalde con motivo de las elecciones.
  • Fulgencio de Arriba Nieto, de Valverde (Béjar), 15 años de prisión por matar a puñaladas a su rival en un baile público.
  • Melquíades Sánchez, de Ledesma y Fidel Albín de Salamanca, 29 años de prisión por varias causas de robo y asesinato frustrado.
  • Juan Ovejero, natural de Robleda (Ciudad-Rodrigo), que también mató por celos a un vecino suyo y fue sentenciado a 17 años de prisión.
  • José María Carballo, del mismo pueblo que el anterior, 12 años de prisíón por homicidio y robo.
  • Celestino García Sánchez, de Herguijuela (Sequeros), 17 años de condena, por homicidio.
  • Ceferino Santos, de Vitigudino, homicidio por celos, 15 años de reclusión.
  • José Gómez Montejo, de Ledesma, que mató en compañía de su mujer a un vecino suyo, condenado a 14 años de presidio.
  • Bonifacio Lomberto, de La Alberca (Sequeros), 15 años de prisión por homicidio.
  • Antonio Sánchez Pérez, de Fuentes de Béjar, 16 años de reclusión, por matar a puñaladas a su rival e intento de homicidio en la persona de su novia.


De este modo pudiera prolongar la lista de salmantinos (principalmente serranos) que se pasean por el Penal de Santoña, pero con tales muestras, ya se puede conocer el paño tejido por muchos infelices que sólo pudieron apagar su ardor y mitigar sus ansias con la sangre de sus víctimas. Hoy muchos de ellos se arrepienten de aquel pecado que les privó de la libertad y les condujo a presidio…