28 de junio de 2010

El sitio de Ciudad Rodrigo en 1810 (III)

Continuamos hoy el relato que el general Gobernador de la plaza de Ciudad Rodrigo escribió con motivo del asedio que las fuerzas francesas del VI Cuerpo de ejército francés ejercieron sobre la población mirobrigense. Comienza esta parte con la llegada nuevamente de los franceses a finales del mes de Abril, para comenzar ya formalmente el sitio que concluiría dos meses y medio después.



En efecto, el día 25 de abril, a las tres y media de la tarde, se presentaron los franceses delante de Ciudad-Rodrigo, viniendo por el camino de Valdecarros en número de 8 a 10 mil hombres de todas armas; y tomando posición desde el cerro de Matahijos hasta la Casablanca, dieron todas las señales de que venían a embestirla de firme, pues supimos que otra división suya, la mayor parte de caballería, se había situado el día antes en el lugar de Zamarra, había adelantado descubiertas hasta el de Pastores, establecido puestos en los vados del rio, y que todos los pueblos intermedios desde Salamanca hasta Sancti-Spiritus estaban cubiertos de sus tropas.

Inmediatamente se tiró de la plaza el cañonazo de señal, según estaba de antemano prevenido en las instrucciones formadas por el Gobernador para cuando llegara este caso, y salieron guerrillas por todos los puntos a situarse en observación de sus movimientos  y desde la misma tarde, una serie continuada de acciones diarias de mas ó menos empeño, según las circunstancias, y todas ventajosas siempre para nosotros, comenzó a llenar de gloria nuestras armas, dar confianza a la guarnición, e imponer a los enemigos.

El día 26 a las ocho de la mañana bajaron por el camino de Zamarra cinco gruesas partidas, las dos de infantería y tres de caballería, que dirigiéndose hacia el convento de la Caridad, hicieron ademan de reconocimiento por aquella parte de la plaza; pero . habiéndose adelantado al alcance de nuestra artillería, se les hizo fuego de ésta con tan buen acierto, que cayendo una bomba y dos granadas sobre las columnas de caballería, se las hizo retirar con precipitación hacia Pedro de Toro, e hicieron alto frente al camino de Salamanca, donde permanecieron hasta la tarde, que volvieron a retroceder por donde habían venido.

La división de caballería del regimiento de voluntarios de Ciudad-Rodrigo, compuesta de unos 240 hombres, que al mando del capitán del mismo cuerpo don Julián Sánchez hacia su servicio de guerrilla por la provincia de Castilla la Vieja, y era dependiente de la plaza, llamada y reunida en ella desde los días anteriores por los avisos que ya teníamos de los movimientos y disposiciones del enemigo, fue durante todo el tiempo del cerco un auxiliar utilísimo, y desde luego empezó a obrar con la mayor bizarría en los destinos que se le señalaron, llenándose de gloria, así el expresado jefe, como todos sus oficiales y tropa, que llegaron a hacerse temibles a los franceses hasta un punto que no es fácil explicar. A dicha fuerza se añadió desde principios del mes de mayo la de algunos oficiales, y ciento y tantos sargentos, cabos y soldados, cuasi todos desmontados del mismo regimiento de voluntarios de caballería de Ciudad-Rodrigo, que por disposición del general en jefe del ejército de la izquierda marqués de la Romana, habían venido desde Badajoz a la plaza a formar de nuevo el cuerpo, y eran las reliquias que de resultas de las acciones y dispersiones antecedentes habían quedado de él; y como las circunstancias exigían aumentar en cuanto nos fuese dable el número de caballería para los servicios exteriores de grandes guardias, patrullas, partidas de reconocimiento, guerrillas y escuchas que era necesario establecer, así como para ejecutar salidas cuando se ofreciese, se dio la disposición de montarlos inmediatamente con los caballos que sin distinción de personas se requirieron a todos los jefes y oficiales de la guarnición e individuos de las demás clases de la ciudad que los tenían, con lo que se aumentó la fuerza de esta arma en unos cien caballos mas, que alternaban a proporción en el servicio con la división de lanceros de don Julián Sánchez, y se portaron muy bien el tiempo que permanecieron adictos a la plaza, bajo el mando de don Cayetano Puente, capitán de dicho regimiento.

Todas las compañías de cazadores de los cuerpos de la guarnición, que a las órdenes del teniente coronel y comandante del batallón de voluntarios de infantería de Ávila don Antonio Camargo, estaban nombradas anteriormente para hacer el servicio exterior, dar partidas de guerrilla y cubrir los arrabales y demás puntos que importaba sostener, situadas desde luego en los parajes convenientes, empezaron a desempeñar estos servicios con la mayor utilidad, exactitud y valor, acreditando en todos los encuentros que por sí solos ó unidos con la caballería dicha tenían diariamente con los enemigos en las descubiertas, reconocimientos y salidas que se hacían, la firmeza, espíritu y deseo de gloria que son característicos de la nación española.

La guarnición de la plaza se componía del regimiento veterano de Mallorca, que aunque con la formación y pie de dos batallones, no tenía en su total más que 706 hombres de fuerza.

El batallón de voluntarios de Ávila con la de 857.

El regimiento provincial de Segovia con la de 311.

Los tres batallones de voluntarios de infantería de Ciudad-Rodrigo, de los que el 1º constaba de 867 plazas, el 2º de 720 y el 3º de 835, todos de creación moderna.

El cuerpo de Urbanos de la plaza, compuesto de los hombres útiles del vecindario de la ciudad y socampana, que ascendía a 750.

Sesenta zapadores, con dos oficiales agregados, de creación nueva.

Un batallón de artillería con 37 plazas efectivas de artilleros viejos, y propiamente tales, 353 de reclutas instruidos apresuradamente para el manejo de las piezas, a que se agregaron 310 oficiales, sargentos, cabos y soldados de los cuerpos antecedentes de la guarnición.

Y una compañía de inválidos, la mayor parte inútiles, compuesta de 23 individuos.

A todas estas tropas se les tenia antecedentemente señalada su colocación correspondiente en los recintos y puestos de la plaza, y todas acudieron al momento a los puntos de sus destinos, que desde aquel día se cubrieron con la mitad de la fuerza de la guarnición, y según los casos que ocurrían, se aumentaban con el otro cuarto ó con el todo, a cuyo efecto estaban dispuestas las señales para que lo ejecutaran sin confusión cuando fuese necesario.

Los cinco días primeros desde la presentación de los enemigos hubo varios choques entre nuestras avanzadas y las partidas, que aquellos adelantaban a reconocer el terreno por la circunferencia de la plaza, y en todos se les contuvo e hizo retroceder con pérdidas de gente muy crecidas, que desde luego empezaron a experimentar.

El día 30 de abril a las cinco de la tarde salió don Julián Sánchez a ejecutar un reconocimiento de la posición de los enemigos, que le mandó hacer el Gobernador, y habiéndose dirigido hacia las tapias del cementerio con 120 caballos de su partida, sostenido de dos guerrillas de infantería de 50 hombres cada una, trabaron una acción con las grandes guardias de caballería de los franceses que estaban por aquella parte situadas en Escalones, las que fueron sucesivamente reuniéndose hasta el número de más de 200 dragones y 150 de infantería; pero a pesar de su superioridad, los cargó don Julián con tanto ímpetu, resolución e inteligencia, que los hizo retroceder por espacio de media legua, matándoles e hiriéndoles un crecido número, y ya anochecido, se volvió a la plaza sin otro descalabro que el de tres soldados heridos de su partida, y dos de las de infantería.

El 1º de mayo se dispuso una salida para hacer retirar los puestos de caballería enemiga de los puntos avanzados en que se habían establecido, por el frente de los abarrancamientos que iban formando, que aunque no al alcance de la artillería de la plaza, les servían de apoyo para forrajear libremente a su frente y habiendo el comandante de artillería propuesto al Gobernador, que para ejecutarlo con mas ventaja, se podían llevar dos morteros ligeros del calibre de seis pulgadas que había en el arsenal, y colocados en carros correspondientes, podrían arrastrarlos los mismos artilleros, y servirlos con oportunidad en el paraje que conviniese; se ejecutó así, y encargado de ellos el teniente coronel y mayor de brigada de artillería don Isidro López de Arce, yendo don Julián Sánchez con la mayor parte de su caballería a la cabeza, y escoltando y cubriendo dichas piezas todos los cazadores no empleados al mando de don Antonio Camargo, a pesar de una copiosa lluvia que en el instante de la ejecución sobrevino, a las cuatro y media de la tarde se dirigieron en columna hacia los paredones, donde comenzaron sus ataques con una intrepidez que puso desde luego en movimiento toda la línea enemiga, y alarmó sus campamentos, desde los que enviaron al instante crecidos refuerzos al punto del ataque; pero luego que estos estuvieron reunidos, rompieron el fuego sobre ellos los morteros con tanto acierto, que cayéndoles varias granadas en medio de sus columnas las pusieron en desorden, y acometidas al mismo tiempo en sus flancos por la caballería de don Julián y por las partidas de guerrilla de infantería, que se avanzaron con ella, se formó una acción de las más brillantes que pueden verse, y en todos los movimientos que hicieron los enemigos, se conoció el desorden y confusión que les había causado tambien combinado e impetuoso ataque.

Duró éste hasta el obscurecer, en que después de haber hecho los nuestros retroceder a mucha distancia, así a las avanzadas y grandes guardias enemigas como a los refuerzos que habían acudido a su auxilio, con una pérdida que por un cálculo prudencial  no bajó de 150 hombres, se mantuvieron en posición sobre los paredones hasta media hora después de anochecido, en que les mandó el Gobernador se retirasen, y trajeron consigo varias armas y despojos, habiendo habido por nuestra parte nueve heridos en la refriega, de los cuales solo dos eran de consideración. Engreída nuestra tropa con este feliz suceso, continuó desde aquel día en las descubiertas y reconocimientos que diariamente se ejecutaban, imponiéndoles respeto siempre, y acometiéndoles en cuantas ocasiones se presentaban de igual ó aun mayor número de fuerzas enemigas, sin que se verificase un solo caso en que no quedase la ventaja por nuestra parte.

A pesar de esto, el día 12 de mayo volvió el general francés a hacer otra tentativa de seducción, presentándose a las tres y media de la tarde un oficial parlamentario en nuestras avanzadas con el pliego que se copia en el número 3º, el que llevado al Gobernador por un oficial de nuestra gran guardia, y viendo por su principio que el contenido era insistir sobre la entrega de la plaza, sin pasar adelante en su lectura, dijo al oficial que lo había traído, contestase de palabra al conductor, que no se cansasen en hacerle más intimaciones, pues su respuesta estaba dada para siempre antecedentemente, y era invariable, y que tuviesen entendido que en adelante no se admitiría parlamentario alguno, pues no teníamos que tratar sino a balazos.

Entre tanto íbamos nosotros en el arrabal de san Francisco, baluarte de san Andrés e interior de la plaza siguiendo nuestros trabajos incesantemente, y ellos formaban abarracamientos desde Valdecarros hasta Pedro de Toro, donde habían colocado su cuartel general; pero no se les permitía adelantar la línea por ningún punto, y se mantenía libre la comunicación por la orilla izquierda del rio que no habían tomado.

Así permanecimos durante la mayor parte del mes de mayo, en cuyo tiempo tomaron diferentes situaciones en sus campamentos, y fueron conduciendo de Valladolid y Salamanca varios de sus efectos de sitio, y formando depósitos y almacenes de ellos, todo lo que vio el general Craufurd, comandante de la vanguardia del ejercito inglés que estaba a la sazón en Gallegos, y varias veces durante dicho tiempo vino a la plaza, e hizo reconocimientos de cuánto va expresado.

En uno de ellos el día 17 de mayo, habiendo salido dicho general escoltado por don Julián Sánchez, que con 60 hombres de caballería de su tropa iba a manifestarle de orden del Gobernador las nuevas posiciones que ocupaban, y. a quienes se agregó el capitán don Cayetano Puente, que con dos ordenanzas de la suya quiso también acompañarle, luego que los franceses los vieron salir de la plaza se fueron reuniendo hacia el punto de su dirección, y formando tres gruesas divisiones de caballería de unos 300 hombres entre todas, sostenidos de 200 de infantería que acudieron del campamento inmediato, les acometieron hacia el barranco del teso de san Francisco, dirigiéndose uno de los trozos como a cortarles por su derecha, y atacándoles los otros dos por la espalda y costado y en vista de lo cual, notando el general Craufurd la superioridad de fuerzas, y conociendo el intento, temeroso de que lo lograsen, dijo a don Julián que le parecía se retirasen ; pero este partidario, conocedor a palmos del terreno, diestro en aprovecharse de sus ventajas, y experimentando por otros encuentros del carácter de los enemigos, temiendo que en el caso en que se hallaban, si los veían retroceder se les echarían encima y quedarían envueltos, determinó por el contrario salir del apuro con un golpe de resolución, y diciéndole al general que no tuviese cuidado, mandó volver caras a su tropa y tocar en seguida a degüello, lo que ejecutaron con tal denuedo, que sorprendidos los franceses que los atacaban, volvieron caballos y comenzaron a huir a todo escape desordenados y llenos de terror; pero los lanceros los siguieron en la fuga tan encarnizadamente, que les mataron más de 50 dragones con un jefe de escuadrón y otros tres oficiales, al mismo tiempo se dispararon de la plaza dos bombas sobre las columnas enemigas que huían desordenadas, con tan buen acierto, que cayendo la una en medio de ellas, y la otra muy inmediata, acabaron de ponerlas en dispersión, y 300 hombres de nuestras guerrillas de infantería que visto el empeño que se iba formando, había mandado el general Gobernador saliesen a sostener, situados a la caída del teso, dieron tres descargas tan oportunas sobre las divisiones de caballería enemiga, y los tiradores de infantería que se habían adelantado a su apoyo, y se retiraban igualmente envueltos en el desorden, que se hizo una mortandad que no bajó de 200 hombres, y se trajeron a la plaza 19 caballos de los dragones y otros muchos despojos, dejando el campo de la, refriega sembrado de ellos y de cadáveres, y viniendo el general Craufurd admirado de lo que había visto, y haciendo los mayores elogios así de la intrepidez de nuestros lanceros y demás tropa, como del conocimiento, pericia y resolución de don Julián Sánchez, que desde aquel día logró un aprecio y crédito extraordinario entre los ingleses, así como impuso un terror pánico a los enemigos, que en lo sucesivo no veían salir ninguna partida de su tropa, aunque fuese muy inferior en número que no les pusiese en cuidado y respeto hasta llegar a huirla con un tercio más de fuerza. La acción fue verdaderamente de las más memorables que hubo en todo el tiempo del cerco y sitio, y los enemigos quedaron tan escarmentados en ella, que no volvieron a empeñar otra en las diferentes salidas a reconocimientos que después se ejecutaron.