9 de enero de 2010

Toros de Villavieja en la Monumental de Barcelona

Ahora que el Parlamento catalán ha tomado en consideración la posibilidad de prohibir la lidia de toros en Cataluña, traemos hoy a este blog la crónica de una corrida celebrada en la Monumental de Barcelona el último domingo del mes de Abril del año 1951, concretamente el día 29. Y no la trascribimos por ser una de esas corridas memorables, sino porque los toros eran de Villavieja de Yeltes, concretamente de la ganadería de don Rogelio. Casi el cien por cien de las veces que aparecía el nombre de Villavieja de Yeltes en la prensa de entonces (años cuarenta, cincuenta,...) lo era invariablemente por la procedencia de los toros lidiados en algún festejo de cierta importancia.


La Vanguardia, 1 de Mayo de 1951

¡Lástima no fuera verdad tanta belleza!

Un viento frío, fuerte, molesto, lanzaba contra las caras y manos de los no muy numerosos espectadores que acudieron el domingo a la Monumental, finísimas arenas del ruedo o quizá diminutos cristales transportados por ráfagas ventosas desde los ventisqueros próximos. Era la penúltima tarde de abril capaz de poner en ridículo a cuantas plumas, impulsadas por audacias poéticas, atreviéronse a pintar ese mes cantando la suavidad de la temperatura, el florecer de los frutos, el dulce gorjear de los pajarillos, el murmullo encantador de los arroyuelos en cuyo fondo blanquean pequeños guijarros en los que se quiebran acariciadores, los rayos del sol... Mentira, todo mentira. Porque el frío espantoso atería los cuerpos; los árboles mostraban bufandas en vez de yemas próximas a reventar; los pajarillos, lejos de gorjear, tosían y estornudaban, corriendo presurosos a guarcerse en los nidos portando tabletas de aspirina; y en fin, los arroyuelos no sólo no dejaban oír sus murmullos acariciadores, sino que permanecían amordazados por una espesa capa de hielo, mientras el sol sólo brillaba por su ausencia.

Bien, lector, pues en ese ambiente de balada polar norteña se dio la corrida anunciada, en la que Antonio Bienvenida, Rafael Llorente y el mejicano Jorge Medina, que hacía en España su presentación, se las entendieron con seis reses salmantinas, con divisa negra, blanca y verde, de la vacada de don Rogelio Miguel del Corral. Añadiré, antes de seguir adelante, que, en son de triunfo, ningún diestro dio la vuelta al ruedo, y digo en son de triunfo, porque de otra manera lo recorrieron los tres varias veces: ora persiguiendo a los cornúpetas, ora siendo perseguidos por éstos. Quiero consignar con ello, que la fiesta se mantuvo a los misinos cero grados que la temperatura.

El encierro que desde Villavieja de Yeltes envió el aludido ganadero, formábanlo seis toros grandes, gordos, con poder, no mal puestos de defensas y alguno de ellos con bella estampa incluso, pero, ¡ay!, sabido es que "el toro y el melón como salen son", y estos salmantinos salieron broncos, mansotes en general y con mucha fuerza en los remos. Únicamente el que rompió plaza se arrancó alegre a los caballos por cuatro veces, y los demás, aunque algunos sufrieron hasta cinco o seis lancetazos, eran más a propósito para un macelo que para lidiarse en una plaza de importancia. La prueba es que, gustando aquí como en todas partes el toro grande, el público llegó a silbar el arrastre del soltado en cuarto puesto y eso que era el que, a trancas y a barrancas, se le habían hecho seis sangraduras. De todos modos, el auténtico buey fue el que cerró plaza, cuyo único anhelo fue huir del coso.



Desde el 22 del pasado octubre en que actuó de primer espada en la corrida a beneficio de la reconstrucción de Cuzco, no había pisado el ruedo barcelonés el gran torero Antonio "Bienvenida". Aquella tarde, como siempre que quiere, cortó la oreja de un toro de Samuel Hermanos, llamado "Cuerno de oro" y señalado con el número 102. Tan magníficamente lo toreó de capa y muleta, banderilleó y mató, que puedo rememorar aquel triunfo por ser de los pocos que tengo anotados en la correspondiente ficha de mi archivo. El domingo veroniqueó garbosamente al bravo salmantino que rompió plaza, hizo un precioso quite por chicuelinas, clavó dos pares y medio de rehiletes, con su habitual elegancia pero sin la emoción de otras jornadas y con la franela elaboró una faena decorosilla nada más, a base de derechazos, epilogada por dos pinchazos y media estocada alta, pues tras marrar por cuatro veces el descabello el toro acostóse al fin. El público vituperóle,sí, pero muy discretísimamente. En cambio, al buey jugado en cuarto lugar, dióle el muchacho cinco verónicas y dos medias, tan airosas, tan gráciles, tan suaves y lentas, que cada lance de los que formaron aquel bello encaje de Malinas fue oleado y ovacionado con tanta justicia como entusiasmo. Luego, mientras banderilleaban sus subalternos, uno de ellos el veterano Carrato, "Bienvenida" tomó el capote y con la eficacia de su saber ayudó a los tales a cumplir, sin deterioro físico, la misión no muy fácil de llenar con aquel manso peligroso, el segundo tercio. Comenzó el espada la faena con deseos de palmas, pero desalentado en seguida, cambió la porfía por el aliño. Con el acero propinó dos pinchazos, media estocada caída, una entera, y alta, aguantando, y un feliz descabello. Pero como en todo ello había transcurrido el tiempo reglamentario, se le dio un aviso y, como ya he dicho, una silba al salmantino, guardándose el más respetuoso silencio hacia su matador.

Tanto marearon al primer toro de Rafael Llorente los peones en el tercio de banderillas que el espada pidió el cambio antes de que clavasen, si es que hubieran podido llegar a ello, el tercer par. Luego se enredó el madrileño en una faena valentona, pero de aliño en general, que tuvo por remate dos pinchazos y otras tantas medias estocadas. Por consideración a los positivos méritos del diestro, o por hallarse los espectadores soplándose los dedos, la cuestión es que, en la plaza, sólo el viento dejaba oir su espantosa furia. Llorente, en el marmolillo que le correspondió en segundo término, realizó con la franela una labor breve y valerosa, escoltada por dos pinchazos y media estocada en la yema, pero a toro totalmente parado pues al bicho no era capaz de moverle ni el aire que se abatía sobre la plaza. ¡Ah!, Llorente había escuchado una ovación clamorosa por un quite hecho al banderillero Carrión, que cayó en la cara del toro y quedó a su merced. El quite fue a cuerpo limpio y con mil arrobas de valor, viéndose obligado el diestro a saludar montera en mano. ¡Ole, los vallentes!

De la presentación del diestro azteca Jorge Medina es aventurado consignar otra cosa que no sea ensalzar su valor, puesto de relieve, sobre todo, al arrancar a herir y consumar esta suerte. Con la capa parece no estar muy suelto con los toros españoles, cosa lógica en extremo pues no los conoció hasta esa tarde. A pesar de ello, realizó un valeroso y espectaicular quite en su primero, que se ovacionó. Muy bien banderilleado el bicho por Pepe Iglesias, brindó Medina al concurso y, al compás de la charanga, realizó una faena valiente en extremo, de la que destacaron tres "orteguinas" de susto, empleando para deshacerse del enemigo dos pinchazos, media estocada y un descabelle al quinto golpe. No obstante, el "manito" fue ovacionado y salió a los medios a saludar. Al toro que cerró plaza hízole un trabajo en afanosa busca de cuadrarle, logrado lo cual y entrando con guapeza, y sobre corto, propinó un soberbio volapié, que fue la verdadera y única estocada de la tarde.

Comenzó la corrida a las cinco y cuarto de aquélla y concluyó a las siete y treinta y cinco minutos de la misma.
E. P.

(Dibujos de Vicente Navarro)

Peso del ganado en canal: 256, 289, 279, 304, 354 y 277 kilogramos, respectivamente.